Bella ciudad de luz

Cuando existe un ser humano

El brote de listeriosis, con datos terribles de afectados, algunos fallecidos, y al menos seis mujeres que han perdido a sus fetos por abortos, me hace...

Publicado: 12/09/2019 ·
22:32
· Actualizado: 12/09/2019 · 22:32
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Autor

Juanma Camacho

Portavoz de la plataforma ciudadana “Jaén Merece Más” y defensor del casco antiguo y de los intereses de Jaén

Bella ciudad de luz

Un cuaderno jaenero y reivindicativo en defensa de los intereses de los jienenses, su patrimonio y el turismo

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El brote de listeriosis, con datos terribles de afectados, algunos fallecidos,  y al menos seis mujeres que han perdido a sus fetos por abortos, me hace reflexionar sobre dónde está el inicio de la vida humana y qué decisiones estamos llegando a tomar entre nuestra especie y con nuestros iguales. No es fácil hablar del aborto, se rehúye en foros públicos por la evolución de este concepto hacia un modelo donde si no te aproximas a determinadas tesis te tachan de ir contra los derechos de las mujeres. Ruego que centren su entendimiento en lo que describo, y no en lo que ni menciono ni aludo a zaherir a nadie, mucho menos a mujeres. Me refiero aquí al nasciturus y a las realidades médicas que verifican con precisión cuándo hay un nuevo ser humano, único e irrepetible.  La sociedad se conmueve por la tragedia de los abortos producidos por la listeriosis y me pregunto qué distingue, como ser vivo que es, a un feto que se pierde por este motivo, de fetos en mismo periodo de desarrollo y que las leyes humanas dictaminan si es su tiempo de vida o no. Que en el primer caso sea un aborto natural y, por tanto, no deseado, y en los segundos una decisión libremente elegida por otros semejantes, no cambia el ser de lo que hay ya en existencia en el seno de las mujeres, portadoras de vida y madres en su faceta más universal de la donación máxima de amor. En el siglo XXI ya no consiste en basar este debate en conceptos religiosos, o de derechos, por las discrepancias en función de nuestras particulares creencias o filosofías. Esas subjetividades cayeron, porque lo que no se veía ni se conocía, ahora es evidencia científica. El Dr. Bernard Nathanson, ginecólogo abortista pionero en los EEUU y que practicó 75.000 abortos, se decidió a contemplar uno a través de las ecografías (desarrolladas en los años 70) y de los ultrasonidos en los monitores electrónicos, con la consiguiente observación del corazón, etc. A partir de ello comenzó a hablar de lo que llamó la "teoría del vector de la vida", en la que marca el momento de la concepción como aquél en el que se origina una nueva vida humana, única e irrepetible y con capacidad genética propia. Así, terminó por definir el aborto como "el holocausto más atroz de los EEUU" y lo reflejó todo en el documental 'El grito silencioso' (que pueden encontrar en google). Nuestra era de evolución tecnológica nos muestra imágenes muy precisas del feto, incluso tridimensionales. Ante esto, cabe preguntarse quiénes somos nosotros para legislar la fecha de caducidad de la vida de los demás. Fecha de fin que se quiere firmar también para enfermos (eutanasia) y personas que, en momentos de angustia, sucumben a ideas suicidas. Es la perversión de darle la vuelta a la esencia humana, llamada a amparar y ayudar a los más débiles, y que está siendo engullida por el utilitarismo de una sociedad que entierra los principios éticos y el mayor derecho humano universal, que es el de la protección y salvaguarda de la vida.

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