Ha jugado al límite, pero Pedro Sánchez ha ganado sin sufrir coste alguno. Desde el día siguiente a las elecciones generales, cuando firmó el preacuerdo con Unidas Podemos, ha llevado el debate y las reglas de juego democráticos al extremo, cuestionó las instituciones y el Estado de Derecho y se entendió con los herederos políticos de ETA y con los independentistas catalanes.
Y entonces, cuando todo parecía que iba a saltar por los aires, comenzó a nombrar ministros y a lanzar mensajes de tranquilidad a los mercados y la Unión Europea (que son los que mandan de verdad), a marcar nuevas líneas rojas a sus socios (triplicando las vicepresidencias de Pablo Iglesias) y ha recuperado de golpe y porrazo ese aura de centrismo y progresía que conecta con la mayoría del electorado. Ni el líder de la formación morada ni Oriol Junqueras sacarán los pies del tiesto y de la cárcel, respectivamente.
Pedro Sánchez lo controla todo. Tiene a su favor la Justicia y las debilidades políticas de quienes están con él. Y también contra él. Todos son rehenes, menos Vox. El PP ha moderado su discurso porque los de Santiago Abascal ganan en tono bronco y seducen más y mejor a los patriotas, la derecha de siempre. Pero sabe que el PSOE va a alentar la pelea entre Vox y Unidas Podemos para que la agenda mediática esté copada de debates rollo Moros y cristianos, el programa aquel de Telecinco donde o estabas a favor o estabas en contra de lo que se debatiera. Sin peros, matices, ni grises. Blanco o negro. Ahí gana la ultra derecha, que recoge al elector indignado, con el PP sin espacio, difuminado, y pierde la extrema izquierda, que asusta al elector moderado, legión en ese lado del espectro ideológico. Todo para el PSOE.
Ciudadanos, desactivado, tendría que llamar a las puertas de Génova antes que comience la espantada generalizada. Y si las cosas se ponen feas, tal y como están los números, Pedro Sánchez siempre podrá romper la baraja y apelar al sentido de responsabilidad del PP para seguir adelante. Presupuestos y decisiones duras, si tocan, en Cataluña. Encontrará a su lado a Pablo Casado, que lo ha dicho por activa y por pasiva, porque, además del sentido de responsabilidad, lo peor que le puede pasar a Pablo Casado son elecciones (¡otras!) con el partido en crisis (¡todavía!) y sin pulso. Esto va a empezar a rodar pronto. Y Pedro Sánchez ha vuelto a ganar la mano.
En comunicación no hay quien le pueda. Superados los escándalos que ha protagonizado, como el asuntillo de su tesis, los vuelos en Falcon para ir de conciertos o boda y cosas así, superado todo. Hoy vuelve a comparecer. Lo hará al tiempo que Vox se manifiesta en toda España contra su Gobierno y Unidas Podemos mantiene su retórica revolucionaria que tanto asusta pero sabe que no puede tensar la cuerda porque fuera del Ejecutivo está la nada. Pedro Sánchez comparece centrado. Con Ciudadanos lamiéndose las heridas y el PP buscando acomodo. El martes se celebra el primer Consejo de Ministros y asistiremos nuevamente a un espectáculo pirotécnico asombroso. El líder del PSOE se mueve como pez en el agua en el poder. Es el titiritero. No ha roto España. Simplemente ha roto el tablero político.
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