Un grupo de pensionistas del norte y del sur - de Bilbao, de Baracaldo, y Cádiz, de Rota - han recorrido desde sus poblaciones hasta el Congreso de los Diputados cientos de kilómetros para reivindicar las pensiones como un derecho, a exigir pensiones mínimas más altas y a sensibilizar a la opinión pública sobre el futuro de las pensiones para los más jóvenes. Ellos han dado razones para hacer una marcha de 500 y 600 kilómetros respectivamente.
Buscan el blindaje de las pensiones en la Constitución, en lo que coinciden con algunos partidos, la revalorización de las pensiones de acuerdo con el índice del coste de la vida, sin los vaivenes políticos y electorales de cada campaña o de cada desencuentro sobre el contenido del Pacto de Toledo, que se deroguen las reformas laborales que han precarizado tanto los trabajos como las cotizaciones de trabajadores y empresarios provocando que las pensiones se hayan depreciado indefectiblemente y que las políticas de los partidos que atentan contra lo público no se hagan un hueco mayor en nuestro panorama político, porque ponen en peligro el futuro de las pensiones públicas.
Es más que evidente que una marcha no arregla, en principio, casi nada, pero tampoco una adolescente sueca aparentaba poder solucionar nada y se ha convertido en una estrella mundial de la lucha por el cambio climático. Greta Thunberg,con 16 años, ha sido capaz de movilizar a la opinión publica y dirigir en la ONU un discurso de calado , que ha marcado el momento más álgido de la lucha por un medioambiente digno. ¿Porqué unos zapatos desgastados por las marchas depositados en la puerta del Congreso no van a ser un símbolo suficiente para llamar a las conciencias? A veces los símbolos son más eficaces que las realidades. A veces unos pocos hacen el trabajo que les corresponden a muchos.
Es cierto que nos hallamos ante un claro envejecimiento de la población. Tanto en pensiones -contributivas y no contributivas - como en dependencia hace falta una planificación de fondos que no pueden venir exclusivamente de los fondos menguantes de la Seguridad Social.
Tienen que ser complementados por los presupuestos generales del Estado y de las comunidades autónomas. Lo que hace unos años era una heterodoxia hoy es una necesidad. Al fin y al cabo lo hacen ya varios países europeos. No hacerlo obligaría a recortar.