Este sábado, bajando por la calle Luis Corrales “El Mellizo”, me llegaban murmullos, riñas y voces subidas de tono de los más versados en ese juego de blancas y negras. Cuando entré en la Pachanga, vi cómo removían apasionadamente las fichas para comenzar. Recordé las partidas en el Bar Revueltas, Bar Mejía o Bar Pacheco, y la retahíla de enfervorecidos parroquianos, con el único afán de tomarse un café a costa de aquellos que perdieran la partida. Partidas que para los ganadores suponían una subida de adrenalina, como si de un partido de fútbol se tratara.
Me llené de emoción al ver a Antonio Oliva, Antonio Culata, Miguel Corrales y Manuel Marín, como viejos Hombres de Mar, Beatles, Dandis Negros o Senadores Romanos, contemplando el desenlace de aquellas mesas, cercadas por cuatro competidores cuyo cometido era clasificarse para ser los vencedores de aquel añejo campeonato de dominó... Con añoranza recordé los campeonatos de malilla que igualmente celebrábamos los Bandoleros.
Ese sábado dejamos a un lado las gloriosas batallitas de nuestro pasado al observar que eran otras personas quienes ocupaban mesas y mostrador. Seguramente hijos de pachangueros, amigos y simpatizantes, y nos congratulamos por tener la suerte de poder seguir compartiendo esos momentos, ahora con jóvenes que, aunque casi expresaban el mismo lenguaje, tenían preocupaciones e ideas diferentes. Sus conversaciones estaban muy alejadas de las nuestras, algo así como cuando nuestros padres nos daban aquellos consejos a los que nunca hacíamos caso. Ley de vida: cada generación piensa y actúa de manera distinta.
Degustando suculentas tapas y vino de Chiclana, aprovisionado por Yiyi (hijo de Antonio Picazo), alejados del reñidero de mesas y fichas, y sin poder finalizar, como otras veces, nuestro sabático encuentro, recordaba momentos inolvidables solo con mirar los trocitos de historia que revestían las paredes. Pensé, con satisfacción, en el cambio generacional que hemos dado respecto a la participación de la mujer, una evolución que, por desgracia, ha llegado bastante tarde.
Tanto Bandoleros como Pachangueros siempre fuimos partidarios de lo mucho que tenían que decir las mujeres. De hecho, las Pachangueras y Bandoleras siempre tuvieron un alto protagonismo a la hora de decidir bailes navideños, elegir disfraces e incluso participar en la bendita fiesta de carnaval. No solo eran quienes cortaban y cosían los disfraces mientras los hombres preparábamos los bailes; ellas participaban por igual. Exceptuando algunos domingos en los que visitábamos los sagrarios, cantando una y mil veces el repertorio hasta que nos diera el rosario de la Aurora. A Dios gracias, hoy también comparten con nosotros las salidas dominicales. La mujer, y eso ha quedado para la historia de nuestra historia, ha supuesto un baluarte sin el cual nada hubiera sido igual.
De pronto se escuchó un grito en la Peña la Pachanga: ¡¡¡Domino con el seis doble!!!
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