Atando Cabos

Vulnerables

Anhelamos no parar, vivir siempre impulsados, no reflexionar nunca.

Publicado: 25/06/2019 ·
22:19
· Actualizado: 25/06/2019 · 22:19
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Pienso en los políticos, que monopolizan las páginas de los periódicos cada día, porque lo que ellos deciden, decide nuestra vida. ¿Formarán parte también de las estadísticas de las muertes estacionales? Me refiero a esas que dicen que las temperaturas se llevan muchas vidas. El calor sobre todo a las mujeres, el frío es enemigo de los hombres. ¿Sentirán que lo humano es vulnerable? ¿Leerán ellos a su vez estas noticias? Pueden que las consideren ajenas, porque dominan los grados con sus acondicionadores.

Vivir en el engaño es fácil. Se necesita para considerar que nuestras existencias, rendidas al estrés, son justificables. Para aceptar la prisa. A veces, corremos de un lado a otro, como pollos sin cabezas. No tenemos mucha conciencia de para qué o por cuánto.Pero tenemos que creer que aquello que hacemos, más allá de nuestras fuerzas, para mantener nuestro puesto de trabajo o para superarlo es crucial. Pensarlo nos haría caer en la duda y nadie quiere aventurarse en abismo semejante.

El director de banco, que sale el último por la noche, considera su jornada a tono a su importancia. El tendero que camina cien veces, cada día, el tramo de su tienda y no cierra para escuchar su cansancio, teme que si se relaja caerán sus ventas. El médico que mantiene dos consultas, una pública y otra privada, ocupando sus mañanas y sus tardes, venera, a poderoso caballero es don dinero. Pero todos pueden contraer un cáncer, sufrir un infarto. Retirarse mañana porque la vida los retira.

No aprendemos nada de los ancianos. Ellos miran al cielo, desayunan cada día, valoran el tiempo, porque no saben cómo, pero en un parpadeo, las piernas les pesan, los brazos han perdido la fuerza, el oído se endurece, los años han pasado. Aunque algunos, no superan el cese de la obligación y la marcha forzada y mueren al poco de jubilarse. Puede que descubrieran que tanta cosa que consideraban importante, sólo eranvitales, porque así lo creyeron, que fueron estafados. Por eso, anhelamos no parar, vivir siempre impulsados, no reflexionar nunca. No darnos cuenta de que lo que llamamos realidad es pura creencia.

Las personas somos vulnerables, lloramos y reímos velando a los muertos, porque la muerte es una eventualidad para la que la sociedad, no nos prepara.  Reparamos en los minutos, las horas que no encontraremos para compartirlos vivos y las lágrimas se agolpan. El corazón se encoge tanto, que tiene que venir el chiste, la carcajada, para liberarnos y dejarlo latir. Bendito sistema que nos permite, parar legalmente, por nuestros muertos y por el propio entierro.

 

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