Sólo hay una etapa en la vida en la que apreciamos la lengua trabada e incluso la imitamos con cariño y es cuando hablan los bebés. Nos resulta una manera de hablar encantadora. Pero saliendo del espacio de la primera infancia es motivo de burla o de desprecio.
Sí el niño o la niña crece sin superar la lengua de trapo, enseguida los padres se preocuparán y lo enviarán a un logopeda, lo convertirán en una patología. Tendrán estos chicos miedo a hablar entre sus compañeros y compañeras. Hablar será para ellos algo desagradable y delante de sus padres se sentirán inferiores a sus hermanos y hermanas, defectuosos.
No sé casi para ellos o para sus padres será consuelo conocer que el mejor orador de Atenas, Demóstenes era tartamudo. Su tartamudez no le impidió dedicarse a la Oratoria porque era su mayor deseo. Hablaba con la boca llena de piedras mientras corría por la playa. Método que hasta hace poco seguía siendo practicado para corregir la articulación oral de forma tremendamente dura. En la Antigua Grecia no existían métodos más adecuados como los de ahora. De todas maneras, antes y ahora se valora más la expresión que el contenido del mensaje que parece diluirse.
No admitiremos a un conferenciante al que se le trabe la lengua, exigiremos para escucharle que se exprese con fluidez. La voz fluida es un signo de fortaleza y de credibilidad, la marca de un político. Las veces que Rajoy se ha hecho un lío con las frases siempre han sido primera plana y se han reproducido hasta la saciedad en memes.
El pasado fin de semana, en el primer debate electoral, la coherencia del presidente Biden frente al golpista, delincuente y racista Trump quedó en segundo plano debido a su lengua trabada.
El actual presidente salió del debate pensando que había triunfado y ya se le estaba buscando sustituto o sustituta entre los candidatos demócratas. Entró como presidenciable y salió listo para la jubilación. Su lengua había mostrado debilidad y el miedo se extendió entre los miembros de su partido que sabían que Trump sacaría provecho de esto en la carrera a la presidencia.
La forma en que se expresó Biden era la de un hombre anciano, motivo suficiente, al parecer, para ser excluido de la mayor contienda electoral del mundo. Es triste vivir en una sociedad que se fija más en la forma que en el contenido.