Artículo Primero

Un ominoso aniversario

Cientos de miles de personas perdieron la vida durante la guerra en el frente y en el feroz exterminio desatado en la retaguardia.

Publicado: 30/07/2018 ·
11:40
· Actualizado: 30/07/2018 · 11:51
Autor

Rafael Lara

Rafael Lara está en la Asociación Pro Derechos Humanos, antes por las libertades... o donde fuere por los derechos de las personas

Artículo Primero

Modestas reflexiones con aquel articulo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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Acaba de pasar el 82 aniversario del 18 de julio, una fecha aciaga que no podemos pasar por alto mientras no se reparen las heridas y se dignifique la memoria de las víctimas, en la que el sedicioso Francisco Franco, a la sazón Capitán General de Canarias, dicta su bando de guerra. Se acababa de iniciar el que se llamaría Alzamiento Nacional, cuyo fracaso daría lugar a una sangrienta guerra y a una no menos sanguinaria dictadura de 40 años.

Cientos de miles de personas perdieron la vida durante la guerra en el frente y en el feroz exterminio desatado en la retaguardia. Decenas de miles más fueron asesinados en la brutal represión de la dictadura del General Franco.

43 años después de su muerte, 82 años después de que iniciara la sublevación contra la legalidad republicana y a punto de conmemorarse el 40 aniversario de la Constitución, no hemos podido pasar página. La Constitución abrió una etapa democrática sin precedentes en nuestra historia, pero difícilmente podremos hablar de una democracia plena y de una observancia cabal de los derechos humanos si continúan presentes los estigmas de la guerra y la dictadura, sus símbolos e incluso sus mensajes y la tergiversación histórica.

En buena medida ello es debido a la forma en que se hizo la transición que fue de todo menos pacífica y modélica.  Nacida de un compromiso -bajo chantaje y ruido de sables- entre los herederos del franquismo y las fuerzas democráticas que habían luchado contra el mismo, no se planteó siquiera resarcir y reconocer a las víctimas del fascismo. Más aún se acordó y aprobó una ley de amnistía preconstitucional (1977) que nos vendieron como forma de liberar a los presos de las cárceles franquistas pero que fue en realidad una ley de punto final para los torturadores y los responsables de miles de crímenes. Se autorizó la persistencia de los símbolos y los homenajes de la dictadura y se olvidaron de sus víctimas con un siniestro manto de silencio.

La llegada del PSOE al gobierno en 1982 no cambió para nada esa situación: miles de víctimas de la represión franquista continuaron sepultadas en las cunetas mientras el partido centenario se olvidaba de ellas, con mil excusas de realismo y oportunidad que todavía hoy son de nuevo sacadas a pasear. En buena medida de aquellos polvos los lodos que hoy todavía nos enfangan.

Lodos de fango fascista, herederos del franquismo que aún impregnan y se reproducen en los aparatos del estado, muy especialmente la justicia y los modos de la administración, y que incluyen a una parte nada desdeñable de la Iglesia Católica o a sectores muy amplios del PP. Lodos que se perpetúan en la continuidad de la monarquía impuesta directamente por Franco.

Ello sólo se puede entender porque décadas de dejadez desde la izquierda y tolerancia o connivencia con el discurso revisionista que presenta la equidistancia entre ambos bandos, o la igual responsabilidad en la represión en uno y otro lado, han logrado incluso impregnar a una buena parte de la sociedad.

Desde la defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos, hay que celebrar que el nuevo gobierno socialista rompa con la histórica falta de valentía de su partido para cerrar la página del franquismo. No son cuestiones secundarias. Retirar las medallas a Billy el Niño, anular los juicios del franquismo, exhumar a Franco del Valle de los Caídos y convertirlo en un Centro de la Memoria, expropiar el Pazo de Meirás a sus herederos, retirar toda la simbología franquista de nuestras calles, buscar a cargo del Estado los restos de las víctimas del franquismo sepultados en las cunetas, no son simples gestos. Estamos hablando de verdad, justicia y reparación, imprescindibles para que nuestra sociedad pueda empezar a cerrar las heridas de aquella ruptura sanguinaria con la legalidad republicana.

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