Artículo Primero

¿Cómo hacer frente a la barbarie?

Tras los atentados de Bruselas el gobierno belga anunció que enviaría aviones a bombardear Siria. Se trata más que nada de una boutade, porque todo el mundo sabe que enviar aviones no va a impedir que un terrorista se inmole cargado de bombas en medio de personas inocentes.

Tras los atentados de Bruselas el gobierno belga anunció que enviaría aviones a bombardear Siria. Reproducía así la reacción de París tras los atentados de noviembre. Se trata más que nada de una boutade, porque todo el mundo sabe que enviar aviones a Siria no va a impedir que un terrorista se inmole cargado de bombas en medio de una multitud de personas inocentes. Tampoco lo va a impedir el despliegue del ejército y las tanquetas en las calles que en realidad solo pretenden tranquilizar a la población.

El recurso al estado de excepción permanente como en Francia, socavando el Estado de Derecho y nuestras libertades no es desde luego el camino, más bien al contrario, será presentado como un triunfo de los terroristas.

Tampoco va a impedir un atentado el relacionar la huida de la guerra y el hambre con la “entrada” de terroristas en Europa, como miserablemente han hecho muchos dirigentes políticos. No sólo es falso, sino que lleva a un corolario indigno e inmoral: el cierre de las fronteras y la muerte de miles de personas cuando intentan llegar al continente.

Porque todos los terroristas detenidos son ciudadanos belgas o franceses, nacidos en estos países. Se sigue pensando en dialécticas invasoras (ellos y nosotros) cuando quienes matan en Europa son casi todos europeos y que más bien los terroristas no vienen de Siria o Irak, sino al revés, van de Europa a combatir en Siria o Irak.

¿Entonces? ¿Guerra total? Pero eso es lo que intentó Bush en Afganistán e Irak y véase el resultado: nunca hubo tantos grupos y tanta gente dispuesta a inmolarse. Porque no se puede pensar en términos de guerra cuando a lo que nos enfrentamos es difuso y disperso. ¿Queremos volver a llevar a cabo esta atrocidad sin comprender que estas “intervenciones” no hacen sino generar odio vengativo que lleva a algunos a actos de locura?

¿Qué hacer entonces? No puede haber islas de paz en océanos de miseria. Y por tanto si queremos paz hace falta un horizonte de paz. Y por tanto cambiar el paradigma en la acción exterior europea (si es que existe): apoyar las legítimas aspiraciones del pueblo palestino; poner fin a la venta de armas, especialmente a Arabia Saudí y otros regímenes fundamentalistas que siempre han dado soporte a los grupos yihadistas; apoyar las también legítimas aspiraciones del pueblo kurdo; buscar fórmulas de diálogo para acabar con la guerra Siria; acoger a los refugiados e inmigrantes de forma digna…

Y hay otra cara: los que se inmolan son jóvenes de barrios pobres dentro de enormes ciudades, barrios gueto, barrios abandonados, donde viven poblaciones cuyos padres o abuelos inmigraron hace décadas y que sólo saben de la sociedad y del Estado a través de la policía, del racismo y la islamofobia, de la discriminación en el empleo, de la estigmatización en los medios de comunicación… Son jóvenes sin futuro que terminan odiando a cuanto sienten como extraño y enemigo. Es la radicalización de ese odio lo que lleva a algunos, como afirma el belga
Daniel Tanuro, a envolverse en la fantasía de que el Estado Islámico ofrece un reino de hermandad y su martirio (en realidad: su conversión en asesino) les abrirá las puertas del paraíso.
La única política securitaria ha fracasado. Los miles de miles de millones de euros empleados inútilmente en la misma, hacen falta con urgencia para sacar a nuestros jóvenes de la postración, falta de futuro y estigmatización de los barrios más marginados de las grandes urbes europeas.

Debe asegurarse que se seca la fuente del odio. Hace falta un cambio de conjunto, un nuevo paradigma, tanto en la política exterior como en las políticas internas de inclusión y el respeto de los derechos humanos. Como han dicho organizaciones belgas tras el atentado, “es con la vida como se lucha contra la política de muerte”.

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