Nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, éste es el pilar del reconocimiento de la ciudadanía para todas y cada una de las personas porque en eso consisten exactamente los derechos civiles. Este es un principio que no admite discusión, réplicas ni excepciones; nadie es más que nadie por el hecho de nacer en una determinada familia o circunstancia. Es cierto que unos tienen más “cosas” -bienes o recursos- pero nadie, absolutamente, nadie tiene más derechos que nadie ni puede considerarse superior en dignidad que la más humilde de las personas.
Para afianzar la ciudadanía necesitamos, ante todo, reafirmarnos como personas que tienen derecho a decidir sobre todo aquello que nos concierne; y nada nos concierne más que decidir sobre quien nos representaEsto debe ser así en una sociedad democrática, y cuando no lo es hay que corregirlo para que la democracia vuelva a su cauce y podamos sentir que no somos simples clientes que tengan que pagar por el uso de los derechos, sino que los hemos conquistado y defendido; que no somos usuarios de la democracia, sino que la construimos con nuestro trabajo y nuestras decisiones.
Para afianzar la ciudadanía necesitamos, ante todo, reafirmarnos como personas que tienen derecho a decidir sobre todo aquello que nos concierne; y nada nos concierne más que decidir sobre quien nos representa. En esta capacidad para decidir quiénes somos y como queremos ser representados es donde reside el ejercicio de los derechos civiles y donde se establece la diferencia entre la condición de súbditos que solo pueden aceptar y la dignidad ciudadana esencial para construir la sociedad democrática.
En nuestro país nunca se nos ha dado la posibilidad de decidir la forma de estado. Nuestro país venía de una dictadura en la que se alimentaba de miedo y olvido obligatorio, una dictadura que nos dejó en herencia una monarquía que se insertó en la Constitución como una oferta que no podíamos rechazar.
Desde entonces, nunca se nos ha permitido resolver este déficit democrático, nunca se nos ha preguntado por la forma de estado, y esto es algo que en algún momento tendremos que resolver. Y es así porque no se trata de un capricho, ni de que el monarca, por azares del destino, nos salga más o menos presentable, sino de lo que representa como símbolo de la desigualdad.
Los símbolos tienen importancia porque son el espejo en el que nos miramos y nos refleja como pueblo, y la pregunta es ¿De verdad queremos que nos represente una institución de origen y trayectoria oscura, que por ley no puede ser juzgada por sus actos? ¿De verdad aceptamos que la más alta magistratura del estado no sea elegida sino hereditaria y que además puede actuar con impunidad?
¿Tenemos derecho siquiera a soñar con un país en el que se respeten los derechos económicos y sociales, civiles y políticos?
Podemos decir que estamos atravesando momentos difíciles para la lírica de los sueños, que hay amenazas ciertas y un deterioro severo de las condiciones de vida bajo el avance prepotente, corrupto y siniestro de los poderes económicos y de quienes les representan en las instituciones. Sin embargo, es en los momentos difíciles cuando más necesitamos un horizonte de esperanza y de ruptura con todo aquello que representa la desigualdad y el parque temático de la corrupción que amenaza con invadir los espacios de convivencia como un barrizal pegajoso y dispuesto a gobernarlo todo.
Frente a todo este disparate y para ir construyendo esos horizontes de esperanza, numerosos colectivos y organizaciones a lo largo y ancho de todo nuestro diverso país han puesto en marcha una campaña “Consulta Popular Monarquía-República” para algo tan sencillo como pedir que se nos pregunte. Y la mejor manera de hacer visible nuestra reclamación es disponiendo urnas en las calles en las que podamos expresar nuestra opinión.
El día 14 de mayo habrá un reguero de pueblos que, en toda España, exigirán el derecho a que se nos pregunte nuestra opinión sobre la forma de estado. No será un estallido de fuegos artificiales, será un reguero de luces que se van encendiendo para dar paso a las libertades públicas y los derechos civiles.
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