Torremolinos está en boca de todo el mundo. Y lo está porque una concejal, que supuestamente habría traicionado sus convicciones ideológicas, ha desequilibrado la elección del alcalde. Así al menos lo han presentado de forma interesada algunos medios.
En realidad no es verdad que la concejal en cuestión, Lucía Cuín, se haya traicionado a sí misma ni a nadie. Ella parece tener las cosas muy claras y así lo ha estado expresando desde que su partido decidiera expulsarla. Al hacerlo, Vox le regaló la condición de no ser una tránsfuga. Así que el voto de Cuín ya no era de una edil elegida en la lista de Vox, sino el de una concejala no adscrita que había sido rechazada por ese partido. Algo debió hacer bien la pobre mujer.
Tampoco es verdad que ella haya sido decisiva. O al menos lo ha sido tanto como el resto de apoyos que consiguió Pepe Ortiz. Con un pequeño matiz: el PSOE no mercadeó apoyos en Sevilla a cambio de sillones en otras administraciones, como hoy han señalado desde Vox, respecto a los cambalaches que han perpetrado PP y Ciudadanos, en los que Bendodo se afanó por meter a Torremolinos en favor de se amiga Margarita.
Al final, en la capital de la Costa del Sol se impuso lo humano. ¿Y qué es lo humano? Pues muy sencillo: lo humano es votar a quien no despierta sentimientos contrarios o animadversiones, como era el caso de Margarita del Cid. La candidata del Partido Popular acumula ya una carrera política de 20 años como concejal, Secretaria General, diputada en el Congreso y presidenta de la Mancomunidad. Así que la mujer los mil cargos ha tenido muchos frentes donde cosechar multitud de cadáveres.
El sentido común dice que la política tiene su base en las relaciones entre personas. Y en Sevilla alguien debió pensar que podía ser lógico vincular a personas con una coleccionista de cadáveres.
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