La cohorte más numerosa en la población española la compone – la componemos – los nacidos entre 1960 y 1978. Se trata de la generación del baby-boom, nacida en aquellos años hoy remotos en los que España presentaba una de las natalidades más alta de Europa. Hoy, esa generación la componen los cuarentones y los cincuentones, atribulados como nos encontramos por mantenernos vivos en esta sociedad digital que todo lo deglute inmisericorde.
Nunca el empleo evolucionó a mayor rapidez que en la actualidad, impulsado por un cambio digital que no ha hecho sino comenzar. Nuevos oficios y nuevas formas de trabajar que modificarán por completo los ecosistemas laborales que conocimos hasta ahora. Y, como parece lógico, a los cuarentones y cincuentones nos costará más adaptarnos a estos cambios que a los chavales que se amamantaron con internet. Algunos articulistas, con sensacionalismo calculado, definen la situación que se vive en las empresas como de guerra generacional, en la que los jóvenes sustituirán necesariamente a los carrozones aquejados de obsolescencia. Pero, ¿necesariamente tiene que ser así? No. También somos muchos los que predicamos la necesaria diversidad generacional en el seno de las empresas, aspiración que se convertirá en estratégica a medida que las cohortes jóvenes continúen descendiendo por causa de la caída de la natalidad y de la emigración hacia las grandes urbes. Los jóvenes se irán convirtiendo progresivamente en un recurso escaso, y los maduros tendremos que estirar nuestro talento para cubrirlos.
Pilar Llacer ha escrito Te van a despedir y lo sabes (Almuzara), un divertido y provocador libro que analiza de manera descarnada el difícil deambular de los maduros por las empresas, carne de despido por simple obsolescencia, sin que nadie vierta una lágrima por ellos.La edad de jubilación sube progresivamente. Pronto ya será a los 67 años y existen voces convencidas que tendrá que elevarse hasta los setenta, dado el incremento de la esperanza de vida y el desequilibrio demográfico. Puede ser, quién sabe. Pero muchos de los que ahora están en la cincuentena se preguntan que quién los contratará si se quedan en la calle a los 55 o a los 60 años. Hoy por hoy, prácticamente ninguna empresa lo hace, ¿qué futuro tienen entonces los baby-boomers en caso de quedar en la calle? Si ha tenido la suerte de trabajar en una gran empresa, probablemente pueda acogerse a una “prejubilación”, acordada en el ERE correspondiente y que permite llegar con rentas más o menos razonables hasta la edad legal de jubilación. Pero estas jugosas prejubilaciones serán cada día más complejas y limitadas, ya que a la Seguridad Social no le trae a cuenta. Además, la mayoría de los babyboomers trabajan en PYMEs o son autónomos, a los que no les quedará otro remedio que seguir luchando hasta los 67 años, si no es que suben de nuevo la edad de jubilación de aquí a entonces.
Las empresas y la administración tienen un enorme reto por delante. Pero nos corresponde a nosotros, hijos del babyboom, el gran esfuerzo de adaptación. Y, para ello, una receta de tres simples ingredientes. Por una parte, la educación y el hábito digital: no podemos quedar atrás de los nuevos tiempos. Por otra, una actitud abierta al cambio y a los nuevos vientos de la historia. Y, por último, una voluntad de aportar valor. Cada vez nos pagarán menos por nuestro tiempo, y más por el valor que aportamos, que puede ser mucho y variado.
Pese a todo, el futuro es nuestro… ¿o no?
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