Mucho se habla habitualmente de la corrupción política o de la corrupción que se produce cuando la política se acerca irregularmente a los negocios. Son muy percibidos en los ayuntamientos y, por eso, los concejales de urbanismo, en los tiempos de la burbuja inmobiliaria y del frenesí de la construcción y las recalificaciones, estaban en la lupa de la observación pública. Más arriba, en las autonomías, las complicidades han sido de mayor dimensión y menos detectables. Algunos escándalos han traspasado los límites regionales y han alcanzado notoriedad nacional.
En el gobierno central igualmente la escala sube. Es bien sabido cómo se han formado las grandes constructoras y las grandes energéticas con la colaboración del poder. ¿También con su aprovechamiento? Evidentemente. No se puede ni ignorar ni ocultar. Los casos se han amontonado y una parte destacada de la reticencia de la burguesía catalana es por enriquecimiento de lo que se ha llamado, restrictivamente desde luego, el “palco del Bernabéu”. Su lejanía de Madrid y sus centros de poder impidieron la fusión de Endesa con Gas Natural.
José Montilla, entonces presidente de la Generalitat, llegó a decir que los gestores de Endesa y el Partido Popular prefirieron que la empresa energética que era modélica y española "fuera alemana antes que catalana". Finalmente fue peor: cayó en manos de los italianos que han desinvertido lo que han podido.
Algo parecido sucedió con la burguesía vasca, creadora de los bancos Bilbao y Vizcaya y “expropiados” por el poder madrileño a través de lo que era un banco estatal –Argentaria-. Aznar lo fio todo a dos banqueros de su confianza absoluta. Caja Madrid la asumió el suicidado Miguel Blesa y el Banco Bilbao-Vizcaya- Argentaria le cayó en suerte al banquero protegido Francisco González, en las puertas de la imputación. Para conservar el poder en el banco –que no era suyo- usó métodos legales y también ilegales. En los segundos utilizó los repugnantes servicios del comisario Villarejo. Espionaje a mansalva, seguimientos y compra de voluntades sin miramientos. Hoy el círculo de la justicia se ha cerrado un poco más al imputar la Audiencia Nacional al BBVA como persona jurídica en el caso Villarejo. El juez acusa a la entidad de los delitos de cohecho, descubrimiento y revelación de secretos y corrupción en los negocios. De esa corrupción hay que hablar más, la corrupción en las alturas.