Es muy frecuente recurrir a algún poema de Constantino Kavafis para hablar de la emigración. Un poeta clásico, por su nacimiento y su escritura. Su vida también se movió por el Mare Nostrum. Cuando se habla de emigrantes es lo contrario de lo que él escribió en Itaca: “Que muchas sean las mañanas de verano / en que llegues -¡con qué placer y alegría!- / a puertos nunca vistos antes. / Detente en los emporios de Fenicia / y hazte con hermosas mercancías…” No. Vienen casi desnudos y sin nada. Sus brazos solamente. La alegría quedó lejos, como la familia y los amigos. Son de otra raza. Han pasado previamente por muchas tierras y algunos ríos y mares. Los que habían ahorrado algo en sus países de origen lo dieron todo al mercader –mejor llamarlo por su nombre, traficante- que les planifica la ruta y los coloca en el barco, en el cayuco, en la lancha neumática o en la patera correspondiente. El problema de fondo es el mundo desigual, el Norte y el Sur.
Ese es el origen del famoso Aquarius –que ha arribado con apoyo público - y de los cientos de barcazas que con bastante menos intendencia de acogida están llegando en mucho mayor número a las costas andaluzas. El equivalente de varios Aquarius ha alcanzado este fin de semana Andalucía, tanto por el mar de Alborán como por el Estrecho de Gibraltar. El origen ha estado en el rechazo de Italia a acoger más barcos. No hay que olvidar que antes han llegado muchos a sus costas desde Libia. Ahora su gobierno quiere echarle un pulso a la Unión Europea en la misma línea que hacen otros Estados de Europa Central. La emigración ilegal ha sido un elemento determinante en la reciente campaña electoral italiana. España, con el nuevo gobierno, ha querido mostrar una actitud diferente y el presidente francés, Macron, se ha unido a la acogida.
En Los Bárbaros, Kavafis escribe: “Algunos han venido de las fronteras / y contado que los bárbaros no existen. / ¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? / Esta gente, al fin y al cabo, era una solución”.
La está siendo para los partidos y gobiernos que han hecho del miedo al otro la vía que, en momentos muy duros de Europa, señalaron el odio a los judíos y se sabe como terminó aquello.