Arcos

Paralelismos peligrosos

"Similitudes estas que hablan de quienes nos gobiernan y destinan el erario público a fabricar votos y tendencias, tanto ideológicas como culturales..."

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  • Ilustración de Carlos Jorkareli. -

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE CARLOS JORKARELI

Mientras que el Ministerio de Defensa y Educación diseñan una asignatura sobre valores militares y patrióticos, aquí en nuestra ciudad, los pensantes y originales políticos diseñan novedades en la fiesta grande  “para que los niños mamen la tradición del Toro del Aleluya”.

Un vergonzoso paralelismo entre los dignatarios de nuestro país que aluden y convocan a los menores a enrolarse en un ejército llamado 'Queremos ser militares' pensado para niños de Primaria y la escasa imaginación de aquellos otros dignatarios, los llamados de izquierdas, que convocan igualmente a los niños en torno al sufrimiento y vejación animal como medio de conservar las tradiciones cavernarias y endógenas propias del ´encierro´ en el que se encuentra su sociedad, emanado de la incompetencia en su gestión.

Similitudes estas que hablan de quienes nos gobiernan y destinan el erario público a fabricar votos y tendencias, tanto ideológicas como culturales, remitiéndonos al inmovilismo de un medievo trasnochado y caricaturesco.

Que la fiesta y el esparcimiento propiciado por la gestión municipal se ocupe de los niños en este sentido, es, cuando menos, poner capirotes para tapar ojos y orejas, sin más objetivo que rentabilizar su propia pervivencia en los cargos que ostentan.
Sí, que los niños ´mamen´ todo menos filosofía, arte, educación en valores y todas aquellas materias que puedan hacerles futuros ciudadanos libre pensantes. Así será más fácil inducirles al tobogán continuista de la sinrazón y la tradición cargada de sangre y dolor, fruto de una gestión que ofrece pan y circo con el dinero de todos y en su propio beneficio.

Estos párrafos anteriores quedaban escritos con antelación al Domingo de Resurrección, en el que el Toro del Aleluya vistiera de luto la fiesta en nuestra ciudad.

Esa Resurrección que invita a la alegría desde el punto de vista religioso, como emancipación terrenal de los vicios y pecados de los torturadores que fueron capaces de sacrificar la vida de Jesús de Nazaret, se convirtió en muerte, la de un vecino, producto de una tradición que, por lo visto, ha de ser mamada.

¿Cuánta sangre hay que derramar? ¿No sería suficiente la de Nuestro Señor, ése, al que cantamos, transportamos y nos emociona en la fiesta incruenta de nuestra Semana Santa?

En una carta abierta del cura Joaquín Sánchez, 'el cura de la PAH', a María de Cospedal, ministra de defensa, absolutamente sustancial y publicada recientemente en un diario de tirada nacional, señala entre otras cosas lo siguiente:

“Tú, María Dolores, defiendes unas políticas que chocan frontalmente con los Evangelios, con lo que Jesús vivió… Él no buscó la muerte, la aceptó por el pueblo porque no quiso huir ni esconderse. Fue capturado, detenido, encerrado en una cárcel, torturado y condenado a muerte por los poderes políticos, económicos, militares y religiosos. Sí, fue un delincuente, un antisistema que se enfrentó a los enriquecidos porque quiso ser Buena Noticia (Evangelio) para los empobrecidos, para dar la libertad a los cautivos y desobedeció las leyes políticas y religiosas para poner en el centro de la historia al ser humano y su dignidad denunciando a los que ostentaban el poder.”

Ciertamente no es la violencia la que defendía aquél referente histórico y mucha imaginación habría que poner encima, para imaginar a Jesucristo corriendo al Toro del Aleluya el día de su transfiguración en ser Divino.

El factor humano siempre ha mediado entre la verdad transmitida y la adaptada a los usos y costumbres convertidos en tradición, y ha tomado especial relevancia entre quienes, ante la insolvencia en su responsabilidad social, política, gestión, y su escasa imaginación para revertirlo en cultura con mayúscula, vienen manteniendo a los pueblos sujetos a lo fácil, pero cuyas consecuencias directas e indirectas empobrecen aún más la sociedad.

Los niños deberían caminar en la senda en la que el desarrollo físico, emocional, mental, bebiera de la riquísima herencia y diversidad cultural que almacena nuestra historia, poniendo en práctica resortes, no nuevos sino ya constatados, de una educación acorde a la propia evolución y conocimientos conseguidos.

Los adultos, deberíamos replantearnos si realmente merece la pena encerrarse en capítulos de oscura procedencia en cuanto a su atisbo y raíz histórica, o, por el contrario, procurar incentivar e incentivarnos con los nuevos horizontes que la comodidad nos niega: El aporte de recursos aperturistas hacia una más sana y universal identidad.

Paralelismos peligrosos para una sociedad que anhela desarrollo, trabajo, dignidad y equidad en el tratamiento de respeto que todo pueblo se merece en presente y futuro.

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