Seguramente tengan cierta culpa estos tiempos nuestros en los que, con las prisas y la cabeza puesta en lo meramente terrenal, nos olvidamos de mirar más asiduamente a las alturas y contemplar la belleza incomparable que nos brinda a diario nuestro cielo, bien con su manto de nubes, o con su limpio azul.
El año pasado, leyendo unos artículos en un periódico descubrí qué eran los ‘chemtrails’ (estelas químicas). Ese extraño anglicismo que viene a decir que nos están fumigando aérea y clandestinamente mientras seguimos haciendo nuestra rutinaria vida sin enterarnos de la misa la mitad. Según las personas que siguen esa teoría -que no son pocas-, nuestros cielos parecen estar siendo utilizados como plataforma de ensayo en el marco de operaciones militares secretas, como la ‘geoingeniería’, para controlar y ‘poseer’ el clima terrestre. La fumigación aérea clandestina con compuestos químicos está orientada, presuntamente, a ‘gestionar la radiación solar’ con la excusa de combatir el cambio climático, y se lleva a cabo sin el conocimiento ni el consentimiento de la ciudadanía. Hace algunas semanas tuve la ocasión de hablar con un meteorólogo que me comentaba que los primeros datos con relación a este tema llegaron de Estados Unidos. Cientos de personas en las supuestas zonas fumigadas, vieron cómo sus plantas marchitaban, por lo que procedieron a analizar la tierra y el agua para encontrar una respuesta. Los resultados arrojaban dosis inusuales de metales pesados, miles de veces superiores a los parámetros de referencia. Este meteorólogo no ha querido que haga referencia de su nombre en este artículo, pues todo lo relacionado con supuestas fumigaciones clandestinas es polémico y delicado. Cada vez que alguien habla sobre esta teoría y expone algún dato, de inmediato se le echan encima los llamados escépticos a modo inquisitorial. Yo, personalmente, ni creo ni dejo de creer en que nos puedan estar fumigando con oscuras intenciones, pero lo que es bastante evidente es que la contaminación a esa altura, en forma de nubes, que generan los aviones traerá problemas a largo plazo por la toxicidad de todo lo emitido, al igual que pasa en nuestras carreteras con los coches, motos, etc. Sea como sea, si a ustedes, que leen esto, les interesa el asunto, no duden en buscar más información sobre este fenómeno, desde la objetividad y el razonamiento, pero con la mente abierta y sin caer en dogmatismos. Del Gobierno, como aún no tenemos, hablaremos otro día.