“Como agua clara que abaja del monte, así quiero verte de día y de noche”.
Como el agua, es el título del tango que enamorara a más de uno en estas bellas tierras gaditanas y de otros puntos geográficos. No podía ser de otra manera, cuando a la guitarra estaba un maestro que decía no poder pasar sin estar cerca del mar. El otro maestro dijo muchas cosas, con su voz, con su timidez, con esa ingenuidad imbuida de sentimiento, dejó bien sentado que el inmovilismo era mala receta. Nos estamos refiriendo Francisco Sánchez Gómez – Paco de Lucía – y a José Monge Cruz – Camarón de la Isla.
Ambos serían con su revolucionaria visión del flamenco heterodoxos, hasta iconoclastas para algunos recalcitrantes y anclados valores del cante. Sin embargo la historia ya ha dejado memoria de su legado difícil de superar.
No cabe duda que los avances en todos los ámbitos de la vida, se producen más allá de las fronteras establecidas, originados por quienes tienen la valentía y necesidad de investigar, descubrir y realizar un proyecto, que partiendo de ésa necesidad, lo hace verosímil en la práctica.
Pero claro, el arte es una cosa y parece que la vida es otra, cuando en realidad, deberían ir de la mano.
Nos intentan confundir, desviar la atención, enredar en mil palabras ambivalentes, cuyas imágenes o metáforas están bien estudiadas. Por eso las leen cuando hablan. Todo un circo de fuegos de artificio, donde los valores se trastocan, donde las manos no están en el lugar que corresponde, donde el norte y el sur, la izquierda y la derecha se entrecruzan volviendo loca la brújula.
La cacareada transparencia de las palabras no goza de la limpieza deseada. Esconde subterfugios de enmascarada oscuridad y balanzas de calculada hipocresía. Todo un ramillete de pretendidas buenas intenciones, que no sirve sino para convencer a incautos, ortodoxamente afanados en valores caducos por experiencia.
No resulta tan claro como pretenden. No es como el agua clara que ´abaja´ del monte y por eso, seguimos sin verla de día y por supuesto de noche.
¿Cómo?...¿diga?...¿Pretende usted decirme a estas alturas y sobre todo después de lo que llevamos vivido en estos ocho años últimos - se dice poco, ocho años – que debo confundir el norte y el sur, la izquierda y la derecha en una suerte de ambidiestra maquinación para no sé qué funcionalidad?.
¿Pretende usted imbuirme en la necesidad de cerrar los ojos, por definición, por permanencia en unos principios, por necesidad de consenso, para trastocar, ignorar o confundirme en lo evidente?
Existen suficientes herramientas hoy día para el análisis. La historia reciente dibuja contradicciones difíciles de contemporizar, cuyo calado en profundidad desdice principios y confunde polos. Toda una amalgama de colores cuya mezcla convierte el rojo en naranja, añadiendo su ápice de blanco y como no, el necesario amarillo.
Sin embargo la paleta es mucho más rica. Los colores han de conservar su naturaleza. Su interrelación no pasa por la devaluación, sino por el respeto de las variadas posibilidades de su propio pigmento, en una suerte de armónica conjunción.
Parece que no asiste la genialidad. Tampoco la necesidad de investigar nuevas fórmulas de regulación político social. Parece que prevalece la investidura. El título. El sillón. La maniquea matemática de tira y afloja, suma de voluntades o porcentajes de aplicación de programas, cuya finalidad no está del todo claro a quién defiende o beneficia.
Si la transparencia de quienes pretenden el gobierno de España en esta investidura, pasa por abrir una web con teléfonos y correos electrónicos de acceso público para todos los usuarios, pero de los que no obtienes respuesta, ciertamente el resultado es una suerte de opacidad disimulada, enmascarada en un título que no sirve para nada.
Se quedan cortos los espacios para referir tantas contradicciones, silogismos que no son tales y vacuidades llenas de agujeros negros, que al igual que en el espacio, nos abocan a una desconocida e intangible realidad difícil de predecir.
Sin nos dan a elegir, siempre preferimos las palabras del poeta. De imágenes evocadoras llenas de vida, no confunden, no producen desasosiego, no interpelan contrarios, sólo hablan de aquello cuya realidad reposa en el sentido común, reposa en el equilibrio del bien y de la harmónica sintonía de la claridad que, como el agua, lleva la transparencia al hombre y la mujer de bien: “No soy un de pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embargan, yacimientos de leones, desfiladeros de águilas…”