Estoy dándole a las teclas y mientras tanto, de fondo, suena uno de mis viejos discos. ¿Han pensado alguna vez, lo mucho que influye la música en nuestra vida? Cuántos recuerdos que creíamos olvidados para siempre, con el simple hecho de escuchar una determinada canción o una simple melodía vuelven a aflorar en nuestra mente, y volvemos a recordar amigos, lugares, paisajes, historias abandonadas en el triste olvido.
Yo, concretamente en el momento que escribo estas letras estoy escuchando un disco llamado, La rosa de los vientos, del grupo La Frontera, y me viene el recuerdo de interminables carreteras, estaciones de tren, aeropuertos… en definitiva, reminiscencias de viajes.
Y es que nuestra vida está llena de bandas sonoras, desde que somos niños asociamos una música a cada etapa de esa vida que, casi sin darnos cuenta, va avanzando a pasos agigantados. Parece que fue ayer cuando con siete u ocho años escuchaba en la radio las canciones de moda, los Hombres G, Mecano, etc., -sé lo que estáis pensando, pero bueno, todos tenemos un pasado-. Poco a poco, con el paso del tiempo vamos madurando (no todos) y vamos cambiando de gustos musicales, y aparecen ante nuestros sorprendidos oídos grupos como Triana, Leño, The Beatles, Led Zeppelin y cantautores de la talla de Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez o el genial Luis Eduardo Aute. Ellos y sus melodías nos transportan a otro tiempo y nos hacen viajar sin movernos del sofá. Algo parecido ocurre también cuando leemos un buen libro.
Hay gente, entre las que me incluyo, que no hacen un viaje sin ir acompañado de un aparatejo colgado al cuello y un par de auriculares incrustados en los oídos. Yo empecé en los ochenta con el wallman, después fue el discman y luego vino el mp3. La verdad es que odio hablar usando anglicismos, así que los meto en el mismo saco para referirme a ellos, o sea, reproductores de música o simplemente aparatejos. Algún día tocaré el punzante tema de los anglicismos, mientras que me decido os aconsejo que, si podéis, escuchéis la canción de Reincidentes: “English power”, la letra no tiene desperdicio. La podéis escuchar por Internet, y si os gusta compráis el disco, que dicen por ahí que la piratería es delito –y recordad, los músicos también comen-.
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