Notas de un lector

El filo de ninguna flor

“CLIC seguido de excepto”, de Antonio Méndez Rubio, actualiza la voz de un poeta que lleva décadas consolidando su voz con un discurso atópico, disidente

Publicado: 22/07/2024 ·
10:32
· Actualizado: 22/07/2024 · 10:32
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El hecho de que la escritura se desenvuelva en el campo de la conciencia es algo que ayuda a avivarla y a enriquecerla. Lo que se extrae, al cabo, del mundo interior, se alinea con ese mundo exterior que gira en derredor del sujeto. De esa suerte de (des)equilibrio, llega a forjarse una creación que desmiente y desobedece cualquier ámbito ajeno a lo propio, a su incertidumbre, a su inocencia, a su temor o a su espontaneidad.

La lectura de “CLIC seguido de excepto” (Olifante, 2024), de Antonio Méndez Rubio (1957), actualiza la voz de un poeta que lleva décadas consolidando su voz a través de un discurso atópico, disidente, donde la pluralidad de la palabra remite a una semántica variada y variable. Tiempo atrás, el autor pacense incidía en una entrevista en que “el poema no es un lugar para hablar sino para aprender a escuchar. Para hacer sitio donde se oiga(n) lo(s) otro(s). Por eso mismo, lo poético requiere un lenguaje otro, una comunicación otra, a la que se tiene miedo, o que directamente se desprecia como oscuridad, cuando eso es solamente un síntoma de las zonas de sombra que nos constituyen. Sin oscuridad no hay deseo, no hay seducción, no hay encuentro”.

Desde esas premisas, en esta nueva entrega, su verbo se orilla en una otredad capaz de construir un mensaje en cuya raíz el azar sea apertura, hueco por el cual asoma toda la incertidumbre, todo el asombro: “Señas tras el cristal/ justo antes de romperse:/ hablas por escuchar/ algo. Ramas calladas:/ un exceso de letras/ para poder poner un solo/ nombre a cada/ cosa./ De ilusión/ a ilusión, de muro en muro,/ como si tuviera peso,/ se cae también el sol./ Que no/ hay mundo a salvo del mundo./ Lo que hay es más/ que mundo”.

Al igual que en sus anteriores libros, “Va verdad” (2013), “Por nada del mundo” (2017) y “Tanto es así” (2021), hay una alteridad que redunda en lo simbólico, en las unidades textuales subyacentes donde nace la mímesis lírica. Porque la desviación de los horizontes que puedan ser creados por el lector, no hacen perder la verosimilitud de lo que -aquí y ahora-, se cuenta, sino que se tornan virtud en su multiplicidad. Y así, lo ilimitado, lo co-extensivo, suponen un tránsito hacia una decodificación de lo versal, una trasmisión de elementos que extreman lo real: “Desdibujo/ ahora sí/ el fragor de más verderones al alba/ negándose en las ramas a callar/ el filo de ninguna flor/ de lo que es también de cualquier/ forma de olvido/ entonces haz por tanto tú/ eso mismo/ sin miedo/ a errar el blanco/ con lo que sabes de mí”.

En su conjunto, Antonio Méndez Rubio despliega con intensidad las tensiones que se advierten en las texturas de unos poemas exigentesen su fuerza expresiva, en la totalidad de su estética abarcadora. La misma, en suma, que repercute frente al imperativo de la precisión y de la contención expuestas, dadoras, a su vez, de una honda reflexión que hace contemplación lo perdurable y mejor de su decir: “Noche al límite/ auspicio del momento/ en que se va la luz/ de allí las letras vuelven/ de su núcleo de miedo a/ hacer sonar su lejanía/ amor no se decide/ si no es en soledad”.

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