Casi cuatro años después de su repentina desaparición por una galopante enfermedad, el pintor, escultor y escritor Carlos Jorkareli fue objeto de un sentido homenaje de manos del Ayuntamiento de Arcos, que no pudo elegir un lugar más apropiado para rendirle tributo que la plaza de Pozo Hondón, donde el madrileño artista integral erigió su momento ‘La esperanza del agua’, basado en el legendario pozo que antaño coronó la citada plaza.
Su compañera sentimental, Montse D’abrantes, tuvo ocasión de intervenir ante amigos y autoridades para recordar con gran cariño y nostalgia a Carlos, con el que compartió inquietudes artísticas y la vida en pareja hasta el fin de sus días. También intervendrían la delegada municipal del área de Bienestar Social, María José Muñoz, para expresar igualmente su respeto y la admiración hacia un hombre que colaboró estrechamente con el Ayuntamiento cada vez que fue reclamado, entre otros para un enorme festival flamenco que se organizó en favor de las víctimas de la violencia machista, un tema que sensibilizó en vida a Carlos Jorkareli y que incluso reflejó en su pintura, aunque la denuncia social en todas sus vertientes siempre fue una constante en la obra del malogrado artista.
Las voces flamencas de Lourdes y Lidia Soto, junto al toque de guitarra de Antonio Iglesias, ilustraron musicalmente la emotiva convocatoria, en la que tampoco faltaron las palabras de cariño y recuerdo del alcalde, Miguel Rodríguez, en presencia de numerosos concejales de la Corporación y amigos de Carlos Jorkareli. Momento especialmente significativo fue la intervención de Elisa Gragera Gallardo para leer una semblanza del dramaturgo Salvador Pérez Salas, que no pudo asistir al acto por una reciente intervención. En sus palabras expresó que Jorkareli “… es y seguirá siendo esa voz que continúa clamando en el desierto de la cobardía y del egoísmo local y mundial que nos invade, ante el sufrimiento y las desigualdades de otros”, como también leyó que el artista, que se confesaba eso, “artista integral”, “vivirá entre nosotros, mientras su alma le suene…” y “en quienes lo buscan, añoran y quieren…, su alma seguirá sonando hasta que nos llegue el último trago…, hasta que nos llegue la muerte”. Los versos del poeta Miguel Hernández cerrarían la bella semblanza de Pérez Salas hacia un hombre con el que compartió especialmente su amor por la pintura y su sentido de la justicia social.
‘Carlos Jorkareli (Semblanza)’, por Salvador Pérez Salas
Hay quienes opinan que “hacer una semblanza de una persona”, en este caso “hacer la semblanza de un artista, de Carlos Jorkareli”, es mantener abierto su currículum para que todos podamos acceder a él y, así, conozcamos su evolución en las distintas etapas de su vida artística, las influencias que recibió a lo largo de su trayectoria, las distintas manifestaciones artísticas por las que se decantó, los logros obtenidos e incluso incluir, en ella, algunos datos biográficos que nos ayuden a identificar y comprender su trabajo y dar a conocer su obra y facilitar su lanzamiento.
Yo pienso que la mejor de las semblanzas es la que puede mostrar un autor sobre sí mismo. Él, Carlos, se conocía perfectamente. Así que he recurrido a su propia fuente para saciar mi sed de conocimientos acerca de su obra. He obviado fechas, incluso lugares, y me quedo con la esencia de lo que quiso que conociésemos sobre él, en una lectura escueta.
Carlos Jorkareli, nacido en Madrid, se definió a sí mismo como un artista integral y visual que surcaba libremente sobre las aguas de distintas áreas de trabajo. Actualizó continuamente su página web. Él, buen conocedor del mundo publicista, conocía la necesidad de mostrar, en ella, una semblanza, permanentemente viva, de su actividad artística. Por eso, cada vez que realizamos una búsqueda en Internet acerca de él, nos aparecen unas breves líneas, en las que describe a la perfección qué hizo, que logró y cómo se consideraba él mismo… como artista. Montse, su compañera, amiga y esposa, fue el puntal necesario para construir toda esta información de la que hoy disponemos.
Cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y preparando su ingreso en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Artista integral, su actividad reúne diferentes disciplinas: como pintor fue, la plástica, el eje y directriz de su obra, desarrollando técnicas pictóricas en diferentes formatos y soportes. A través del Diseño y de la Arquitectura Interior, creó, diseñó, acondicionó y decoró diversos espacios. Es autor de monumentos ubicados en la vía pública. Estudió diferentes materiales, la luz y el color y su influencia en el hábitat.
Investigó y trabajó en artes escénicas como actor y escenógrafo con la compañía de teatro Aquelarre, consiguiendo ser Premio Nacional. En esta área fue, además, coproductor teatral, guionista y director escénico. Ostentó la producción y dirección de diversos espectáculos. Realizó la producción, dirección y locución radiofónicas culturales en emisoras públicas y privadas.
Como gestor cultural, promovió y favoreció la difusión de actividades artísticas. Fundó en Canarias el centro de arte ‘La Com”, estudio personal y al mismo tiempo Centro de difusión del Arte en sus diferentes modalidades.
En su obra, tuvo gran importancia la aplicación y desarrollo gráfico de las diferentes técnicas informatizadas, incidiendo en la maquetación, la imagen corporativa y la publicidad. Impartió clases de teatro, de dibujo y de pintura, tanto para instituciones como a nivel privado. Fue miembro calificador de certámenes de Arte. Su obra pictórica es fondo de colecciones públicas y privadas de Europa, Estados Unidos y Asia.
Esta autosemblanza, estas líneas, a modo de información sobre sí mismo, eran el preámbulo de su artístico, que desgranaba a continuación, para quien quisiese profundizar y conocer más sobre su obra. Año tras año, mes tras mes, día tras día, Jorkareli iba añadiendo traviesas a la vía del tren de su existencia. Quiso dejar constancia de su trabajo y de sus logros, para reafirmarse, cada día, en su experiencia vital y para que, ésta, fuese el certificado de garantía ante cualquier espectador, o futuros espectadores, de su legado.
Pinturas, exposiciones, tertulias, premios, nombramientos, reconocimientos, logros, escritos, publicaciones, iniciativas… todo aparece, minuciosamente reseñado, en la biografía de su página web. No exagero al decir que es un currículum impresionante.
Quienes deseen conocerlo con mayor profundidad o, incluso, bucear entre las aguas de Carlos y su misterio, pueden entrar en su página web, en su blog, en su galería virtual, o en cualquiera de las redes que frecuentaba. Allí podrán imbuirse de sus imágenes, sus vídeos, sus exposiciones individuales, las ferias en las que participaba y las galerías en las que mostraba su arte. Como indiqué antes, la labor de Montse en esta recopilación fue imprescindible.
Jorkareli se esforzaba en mantener al día su propia semblanza porque, sabedor del poder de las redes sociales, de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, sabía que cuando se conoce a un autor de manera personal o a través de sus escritos, se facilita la aceptación de su obra futura.
A partir del 26 de abril de 2020, hablar de “Obra futura”, en el caso de Carlos, de Jorkareli, como yo lo he llamado siempre, no ha sido posible. No. Ya no… Carlos ya no presentará ninguna obra en el futuro. Ya nadie podrá decir… “Esto es lo nuevo de Jorkareli”.
Ya no nos recibirá nunca más en su Estudio de Arte ‘Calle 13’, de la calle ‘Peña Picá’. Carlos no volverá a deleitarnos con su palabra, ni a serenarnos con su voz, ni a encantarnos con su sonrisa, ni a seducirnos con su mirada, ni a ilustrarnos con sus artículos, ni a admirarnos con sus esculturas, ni a sorprendernos con sus montajes teatrales, ni a maravillarnos con su pintura, ni a impactarnos con la dirección de espectáculos, ni a impresionarnos con obras de arquitectura de interior o con sus diseños gráficos… Jorkareli no volverá a abrigarnos ni con su presencia… ni con sus pensamientos. ¿O sí?
Hace más de una década, Jorkareli y yo, nos encontramos en la puerta de un restaurante y hablamos, brevemente, de teatro. Yo, casi empezando a subir el primer escalón de este género literario y él, en la cima. Pareció, al menos a mí me pareció, que se abriría una puerta de comunicación entre nosotros. Poco después empecé a caminar por un largo camino de enfermedades que me mantuvieron aislado durante años.
Pasó el tiempo. Éramos conscientes, cada uno de nosotros, de la realidad del otro… pero nunca volvimos a cruzar esa vía de comunicación que, quizás, nos hubiese permitido compartir nuestras inquietudes, nuestras alegrías y nuestros desvelos, regalarnos nuestros sueños y nuestros proyectos o, simplemente, abrazarnos con nuestras palabras.
Años más tarde, él iba paseando por mi barrio… contigo, Montse. Os detuvisteis ante mi casa y, en realidad, fue contigo con quien hablé, también brevemente de teatro, a través de los hierros de una cancela. Él, en silencio, nos escuchaba. En esta ocasión me pareció reservado. Quizás demasiado, en contraposición con nuestra locuacidad, la tuya y la mía. Tú eres, para mí, otra asignatura pendiente. En realidad, hemos compartido pocos y muy concisos momentos.
Volvieron los días a enterrar años y, una mañana, no sé por qué, entré en su estudio de la calle ‘Peña Picá’. Se sorprendió mucho al verme. Me llevó de un lado a otro, enseñándome todo… feliz, radiante, rebosando alegría, exultante. Estaba haciendo una escultura sobre un bloque de escayola. Hablamos de ella, de su alumnado, de sus logros y de la visión de futuro para ese espacio, tan personal, tan suyo. Estuvimos hablando mucho rato. Por fin, tras una inmensa y espesa cortina de años, hablamos.
En aquel momento, fuimos conscientes de que los candados de la incomunicación se estaban abriendo. Pero mi salud volvió a caminar por esos caminos tortuosos que me impidieron salir, de nuevo, durante mucho tiempo y ya apenas volví a verlo.
Siento envidia de quienes hablaron casi a diario con él. De aquéllos con los que mantuvo conversaciones, de horas, sobre cualquier tema. Siento envidia de ti, Montse, que viviste sus éxitos y sus épocas oscuras, sus silencios, su meticulosidad, su seriedad, su cerrazón interior, su dulzura y sus tormentos.
Siento no haber sido un alumno o un compañero que lo oyese disertar sobre Arte, política o sobre economía. Porque sus palabras, sus pinturas… hablan de su mundo interior, de su ideología, de su erudición, de su formación, de su compromiso social y de su amor por la Humanidad.
Lamento de corazón conocerlo, solamente, por sus escritos y por su obra. Pero, son ellos los que me permiten… sí… lo digo en presente… los que, hoy, me permiten adivinar a esa persona que la vida y nuestras circunstancias personales impidieron que yo descubriese.
En mis años de encierro, leer sus artículos en prensa, acudir a sus exposiciones en solitario, casi a la hora del cierre, evitando el contacto con más personas o buscar sus obras en las redes… me colmaba de satisfacción y de esperanza impregnándome de su espíritu y de su esencia.
Carlos era como el agua. Apenas se le oía pero te inundaba de su ser con una fuerza “contagiadora” de sentimientos y vitalmente necesaria para mí, para nosotros y para nuestra sociedad.
Quien vea sus obras y lea sus escritos contemplará su retrato. Creo que sus artículos de opinión y sus pinturas, son el verdadero autorretrato de Jorkareli. Unas obras pintadas y escritas que se mimetizan con el dolor ajeno, con la injusticia y con las miserias interiores que nos rodean y que todos, en mayor o menor grado, poseemos.
Jorkareli fue un defensor de la libertad, un pozo de erudición y de elegancia en sí mismo y en su Arte. Fue esa pintada rebelde, en las recién blanqueadas paredes de nuestras casas, que nos muestra, diariamente y a pesar del tiempo, nuestras propias limitaciones y nuestras vergüenzas. Es y será un delator contemporáneo, pasen los años que pasen, de los crímenes que se cometen en pro de una carrera de armamentos y de un determinado estatus político y económico. Siempre fue y será un luchador perpetuo contra las injusticias sociales, los atentados urbanísticos, la explotación inadecuada de los bienes naturales y de los hábitats… y un tenaz defensor de las minorías étnicas masacradas por las guerras y que, además, sufren los abusos de las grandes potencias, disfrazados de solidaridad.
Carlos Jorkareli fue, es. Sí. Carlos Jorkareli es y seguirá siendo esa voz que continúa clamando en el desierto de la cobardía y del egoísmo local y mundial que nos invaden, ante el sufrimiento y las desigualdades de otros.
Jorkareli, como este pozo, que tantas alegrías y sinsabores le proporcionó, mantendrá, aun sin agua, la esperanza de todos los que le recordamos, estemos aquí o no. Desaparecido su estudio, este será el lugar donde venga a seguir nuestras conversaciones no iniciadas. Será, para mí, su templo. Esa silla, esa mesa, donde sentados por fin uno frente al otro forjemos lazos de amistad eterna.