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Tiempo: El renacer de la serie B de terror

De entre los escasos títulos de interés del verani destaca lo último de M. Night Shyamalan, con el que explora el territorio vital que nos lleva a la vejez

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Antes de la pandemia, la cartelera veraniega solía ser un páramo ocupado por cintas de saldo y contadas superproducciones. Encontrar algún nombre de prestigio entre los títulos de crédito no solo era poco habitual, sino más que sospechoso: había pocas esperanzas de éxito. El virus no ha hecho sino prolongar ese páramo ante el aplazamiento de esperados estrenos o su exhibición por plataformas digitales, de ahí el recelo inicial al encontrar en pleno agosto lo último de M. Night Shyamalan. Por fortuna, estamos ante un autor renacido. Tras mostrarse incapaz de afrontar proyectos ajenos y estrafalarios, caso de Airbender y After earth, a los que llegó después de agotar el destello de su propia estrella, el director de El sexto sentido se reivindicó como nuevo referente de la serie B con La visita -germen de una emergente corriente de cine de terror de autor en la que sobresale asimismo Jordan Peele (Déjame salir)-. Recuperado el brillo de antaño, volvió a poner de manifiesto su talento con la arriesgada y asfixiante Múltiple, y su más enrevesada y auténtica prolongación, Glass, con la que completó una inesperada trilogía iniciada con El protegido casi dos décadas atrás y con la que, definitivamente, consiguió captar de nuevo toda nuestra atención.

En Tiempo, su nuevo trabajo, se respira de nuevo el aroma a serie B, también al de aquellas míticas series -Alfred Hitchcock presenta, Dimensión desconocida...- a medio camino entre el suspense y lo fantástico, pero, sobre todo, prevalece una intención autorial, tanto en la puesta en escena -sus estudiados movimientos de cámara, la tensión dramática-, como en la estructura narrativa, desde la que explora el territorio vital que nos lleva hacia la vejez.

De hecho, y pese a su engañoso título en castellano, la película no trata sobre el paso del tiempo, sino sobre cómo nos hacemos mayores, como específica su título original (Old), y sobre lo que significa hacerse mayor, madurar, afrontar nuestros retos y nuestros miedos, la vida en pareja, la soledad, tener hijos... Y lo logra enfrentando a un grupo de personajes, enclaustrados en la cala de una isla de la que no pueden salir, a medida que van envejeciendo apresuradamente por un fenómeno ambiental.

Pese a no partir en esta ocasión de un guión original -la película está basada en una novela gráfica de Pierre-Oscar Lévy, Frederick Peeters-, su escritura cinematográfica es más que palpable, apoyada como otras veces en un más que competente casting encabezado por Gael García Bernal, Vicky Krieps -la inolvidable protagonista de El hilo invisible-, Rufus Sewell -juraría que se ha operado la vista- y Thomasin McKenzie -descubierta por muchos como la niña judía que vivía oculta en la casa de Jojo Rabbit-.

A Shyamalan, eso sí, le pierden los últimos diez minutos, cuando ofrece una explicación innecesaria, por poco creíble, del mismo modo que a veces resulta difícil encontrársela a una pesadilla, y su historia lo es.

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