En román paladino

¿Quién da más?

Nada se hará sin el partido ultra, porque de dicho grupo depende el gobierno andaluz

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Frente a la sensatez que han demostrado en el ayuntamiento de Madrid, formalizando un acuerdo para un plan de reconstrucción  de Madrid, con la participación de todos los grupos políticos  que conforman el consistorio capitalino, en Andalucía surgió la astracanada. El ayuntamiento madrileño se ha puesto plazo para ponerlo en marcha con  la filosofía de que el “futuro se debe construir desde la diferencia”.  Lo mismo sucedió en Andalucía, tras una ronda de contactos con todos los líderes políticos andaluces. Pero el experimento  andaluz se ha ido al garete.  El parlamento de Andalucía saltó  por los aires cuando los grupos de Ciudadanos y Partido Popular pusieron sobre la mesa la elección de un  diputado  de Vox para presidir esa  comisión de reconstrucción de Andalucía tras la pandemia.

El partido ultra,  antiautonómico confeso,   había considerado esta comisión parlamentaria perfectamente prescindible, hasta tal punto que votó contra su creación, dada que su única prioridad es echar al gobierno de la Nación,  como sea. Así que los partidos del gobierno andaluz pensaron que lo más adecuado era poner al lobo  a vigilar a los ovejas. No quedaría ni una sola viva.  Las ovejas  - viendo la jugada- salieron huyendo antes de ser devoradas. Los grupos de la oposición -socialistas e izquierdistas - decidieron  ausentarse y no participar en un aquelarre que no podía tener otra finalidad que la misma que tenía Fernando VII en cada ocasión que se acercaba a  la Constitución de Cádiz de 1812, derogarla.  La llamada “Gran Alianza” para reconstruir Andalucía,  tras la crisis del Covid-19,  se ha parecido  en su actuación a la Santa Alianza que con los 100.000 hijos de San Luis llegaron hasta el gaditano Trocadero para situar    de nuevo en el poder al rey absoluto -más felón que deseado-. Una faena contra el liberalismo de ayer y de hoy.  El parlamento andaluz ha proclamado al  rey Herodes protector de la infancia y al Inquisidor General Tomás de Torquemada  bibliotecario de los  libros árabes y  judios, que quemaba con fruición, o a Jomeini  -tanto da- al cuidado de los cristianos.

Historicismos aparte, se ha producido una debacle en la política andaluza.  Nada se hará sin el partido ultra, porque de  dicho grupo depende el gobierno andaluz. Si Blas Infante levantara la cabeza exigiría que  borraran  su nombre del Estatuto. Otro complot.

 

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