La crisis de la listeriosis se ha convertido en una gran amenaza para el sector de la industria cárnica de nuestra comunidad. Lo sucedido con la carne mechada ha puesto de manifiesto las deficiencias existentes en el sistema de vigilancia y control de los diferentes procesos productivos y de manipulación. El duro golpe recibido obliga ahora a introducir cambios, mejorar normativas para aplicar un mayor rigor sanitario, redefinir competencias e introducir, en definitiva, mayores garantías para el consumidor. También forzará a las distintas administraciones públicas implicadas, y a las mismas empresas afectadas, a realizar un gran esfuerzo de promoción para recuperar, al menos, la buena imagen perdida y, tratar así, de defender su posición en unos mercados cada vez más competitivos.
El lamentable episodio, que se ha cobrado varías vidas, proyecta, en definitiva, una pésima sensación que lastra a una actividad como la derivada de los productos cárnicos que es consustancial con el modelo económico andaluz. Por eso, llama especialmente la atención la gravedad de la denuncia realizada por Miguel López, de la COAG Andalucía sobre la actual situación que atraviesa el sector del olivar tradicional. Tras resaltar su valor estratégico, desvela la existencia de prácticas que van en contra de la calidad del aceite por no decir que pueden ser fraudulentas y que cuestionan la propia seguridad alimentaria. Culpa de ello a los grandes operadores que arrastran al sistema con importaciones masivas y que hunden los precios con la consiguiente ruina para los pequeños y medianos cultivadores.
Dicha organización ha convocado a los olivareros a una manifestación de protesta en Madrid que concluirá frente a la sede del Ministerio de Agricultura para el próximo jueves. Después de lo ocurrido con la carne mechada, este tipo de advertencias no deberían pasar desapercibidas. Aún se está a tiempo para que nuestras autoridades tomen nota de la misma y no dejen pasar la ocasión para comprobar y, en su caso, actuar si se requiere, para ofrecer así la tranquilidad necesaria a todos, tanto a la propia industria como a los ciudadanos, en general. Si algo nos ha quedado claro con la desgraciada experiencia vivida es que se requiere de la máxima exigencia para evitar la actuación de desaprensivos que ponen en peligro nuestra propia salud. Estamos avisados.
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