El sentido de la Integridad: ¿verdad o consentimiento?

La sociedad no debe consentir tanto espectáculo de maniqueísmo, con personajes no actos para el oficio político.

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La democracia se define como el gobierno del pueblo por sí mismo, por lo tanto la democracia, en sentido estricto del término, es una utopía; el pueblo a la vez, no puede ser gobernante y gobernado. Partiendo de esta aseveración, existen dos vía para salvar la oscuridad conceptual; una, incapacitar al pueblo en la ignorancia, por medio de la educación y la cultura, para que se crea que realmente ellos se gobiernan, a esta la llamaremos consentimiento; y otra, exigir del político integridad personal para que gobierne en la verdad. La incompetencia enseñada y sobrevenida, utiliza el halago de la mentira para generar ilusión en la ignorancia de los colectivos, respaldada fuertemente por los medios de confusión afines; La política al servicio de una sociedad, en el sentido de la verdad, exige conocimiento de causa en los asuntos públicos y ética en la gestión de los mismos. En el primer caso, la opinión de la mayoría es siempre una manifestación de incompetencia; en el segundo, representa un criterio de verdad. La ignorancia popular en el tiempo conduce a la opresión o al desastre en las economías domesticas o economías de gestión de los pueblos.

Los valores constituyen los fundamentos de la vida, en política, establecen las líneas de actuación en el diálogo constructivo. La incompetencia busca la discusión o el silencio como medio de perversión de la realidad. La verdad, establece el diálogo como valor humano. El idealismo político refleja una fantasía, un viaje a lo desconocido con tristes consecuencias en el naufragio. Cuando dos grupos políticos o personas individuales con liderazgo, se encuentran extraños el uno al otro, por propia naturaleza partidista, existe predisposición a olvidarse mutuamente o a destruir sus políticas, representan el caos social. Con el diálogo se busca el acercamiento del otro, que es la mejor forma de conseguir la solución a los problemas que presenta la vida cotidiana; la falta de diálogo en alguna de las partes es signo de vacuidad moral. En las relaciones institucionales la debilidad, por falta de la verdad,  es una forma de negar lo que la sociedad le demanda a sus representantes, que debe contrarrestarse desde la fuerza de la integridad personal. Aplazar decisiones supones encaminar las relaciones hacia la decadencia, su efecto es el hastío del pueblo.

Todos los partidos en proporción a las responsabilidades que las urnas le han demandado, están obligados a entenderse, a pesar de la complejidad de unir las propuestas políticas que cada uno de ellos han ofrecido a sus votantes; la sociedad no debe consentir tanto espectáculo  de maniqueísmo, con personajes no actos para el oficio político y empezar a castigar el egoísmo de los gobernantes, solicitando fuertes medidas estatuarias (legales) para la constitución y gestión de partidos políticos democráticos. Presiento que la política actual está tomando unos derroteros, que no corresponden al cambio que todos deseábamos. Sobre el derecho a decidir estamos construyendo algo que puede destruir la estabilidad de nuestro país. Las autonomías, uno de los grandes logros de la unidad de España, deben ser potenciadas hacia una gestión más eficaz y de mayores rendimientos de cuentas a la sociedad; eliminando los elementos burocráticos que entorpecen una mejor financiación de las mismas. Cuando el pasado y el presente están unidos por una cadena de acontecimientos políticos de relevancia, para un mejor entendimiento social, la política se apodera de la vida de los ciudadanos y la llena de un elevado sentido de realidad. El pueblo se siente gobernado democráticamente en la integridad de la verdad.

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