En el blanco lienzo de la vida cada uno pinta sus hazañas sin tener en el mismo momento que las realiza conciencia real de que nunca será posible borrar lo allí dibujado, ni tendremos posibilidad de volver a tener la tela limpia para un nuevo comienzo.
Nuestra existencia, como las aguas de los ríos, no tiene marcha atrás, no es posible recorrer dos veces el mismo camino. El motor de la vida ha nacido incompleto y sólo es posible que sea la muerte, el mecánico que pueda añadirnos esa marcha tan precisa.
El ser humano sin embargo siempre encuentra sucedáneos. La memoria y el recuerdo son los abstractos de un ayer real y la historia el documento escrito que quiere refrendar como cierto, que el humo procede del fuego.
Todo transcurrió dentro de una áurea pureza, hasta que en los grupos humanos alguien se erigió en líder y levantando el dedo, como recordaba Quevedo, nos indicó que el silencio es una decisión prudente, para que el miedo no haga su aparición. El hombre o la mujer, son por naturaleza unos dictadores que el cinismo hace demócratas. Las vivencias de nuestros días nos lo afirman. Si la palabra tabú es sinónimo de prohibido o vedado, vivimos sobre un terreno en el que querer sembrar ideas o proyectos, puede dar lugar a que te encuentres con la máquina segadora que cercene la mano hábil. El sentido crítico siempre encontrará orugas que corroan sus raíces y que luego ya conseguida su destrucción aparecerán como ingenuas mariposas.
Es este no querer oposición, pensamientos libres, ideas innovadoras, creencias o valores diferentes a los ideales del partido que gobierne, lo que hace que la maquinaria del poder, que debía de ser fuente de bienestar, progreso, igualdad de derechos y deseos de superación de todos los individuos de un lugar, se convierta en “apisonadora de contrarios”.
El subconsciente que ningún poder o ideal puede someter, muestra a veces de manera indirecta lo que el cinismo o el miedo con el velo del engaño quieren ocultar.
Vivimos una época de total sentido feminista y también gastronómico de la sociedad. Es tabú oponer reparos. “Las recetas de cocina” de la abuela se asientan sobre un pedestal que ha alcanzado altura inimaginable, previamente. Pero hasta ahí. Las demás cualidades, valores y consejos que poseían, no se les permite emerger. Sólo se recuerda que fueron mujeres oprimidas y mártires. Pero estas abuelas que tuvieron casi tantos hijos como óvulos fértiles y lavaban las ropas en las orillas de cualquier río o arroyo, eran las que nos cuidaban y se hacían cargo de nuestras vidas cuando la ausencia mortal de la madre, o cualquier otra circunstancia, fustigaban el hogar. Nos dieron su caricia y ternura. Nos enseñaron a rezar, a creer en Dios, a respetar a nuestros mayores y más aún a los profesores. Nos inculcaron el estudio y la responsabilidad, nos acompañaban a veces en altas horas de la madrugada, hasta que concluíamos nuestra tarea y sobre todo nos alertaban de las malas compañías y nos aconsejaban volver pronto a casa, porque después de las doce -decían - en la calle no hay precisamente bendiciones. Cuidaban la fama de sus nietas y la nobleza de sus nietos.
Estas abuelas del pasado siglo, son las que ahora queremos ensalzar, pero siempre frente al fogón y calculando la cantidad de sal que precisa el cocido para su buena degustación. Ya no existen. Como las aguas del río, ya no pueden volver. Si fuera posible le causarían sufrimiento y espanto las leyes de aborto, eutanasia activa, educación y universidades o de okupación. No podrían comprender esta exaltación del alumno repetidor o suspenso y que ahora mejor que estudiar, es tener un amigo estudioso de quien copiar. Sentiría horror ante el número de mujeres asesinadas bajo la mano del varón criminal y no podrían sobrellevar que sus nietos andarán a altas horas de la madrugada o hasta el alba por calles y plazas donde brillan sobremanera el alcohol, el sexo y las anfetaminas. Estas y otras muchas cualidades y repulsas son las que se silencian en las abuelas, considerándolas retrogradas, carcas o fachas al par que se adula su imagen, pero siempre unida al delantal. El velo del engaño se ha levantado, dejando visualizar lo que en su seno existe, un desprecio a los valores tradicionales y válidos y una sola abertura por donde obligatoriamente hay que pasar: El pseudoprogresismo y la mediocridad.
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