A raíz de la falsa denuncia por violencia hemófoba ocurrida en Madrid, dos cosas han quedado claras.
Por un lado y principal , que no se puede caer en la tentación de negar un problema real porque un muchacho de 20 años creyera que con algo tan serio como esto se puede jugar.
Las agresiones a las personas del colectivo LGTBI son tan ciertas como cada día más numerosas o, al menos, más se visibilizan, la violencia silenciosa que se ejerce sobre ellos es de extrema intensidad (discriminación, miradas, señalamientos o burlas, por ejemplo) y está claro que no podemos retroceder en España en cuanto a clima de tolerancia y libertad se refiere. Una denuncia falsa no puede hacer nunca falso este problema y sería una pena que, habiendo sido ejemplo en todo el mundo, España perdiera, ahora, capacidad de integración absoluta del colectivo LGTBI.
El que una persona de veinte años se atreva con algo tan serio sin tener en cuenta las consecuencias podría ser irrelevante pero la verdad es que es lamentable que se utilice algo así de forma torticera, buscando el rédito político, culpando al adversario de algo tan grave como es la homofobia y los ataques violentos a las personas más vulnerables.
Eso es de absoluta mezquindad y, además , es injustificable. Trivializar la violencia e insistir en estereotipos falsos solo puede desembocar en la falta de sensibilidad social frente a un problema importante. Y esto es lo que parece que no entienden algunos políticos que agarran las causas como si fueran suyas y culpan a otros de lo que ocurre.
Pedro Sánchez y su ministro de Interior han cometido errores de cálculo en la gestión de este asunto. De pronto, han parecido tener mucha prisa en convocar mesas y apoyar manifestaciones sin esperar prudentemente a que las investigaciones progresasen. Y no han sido pocos integrantes de la izquierda española los que acusan de homófobos a partidos de la derecha que, sin embargo, siempre han condenado actos de esta naturaleza.
Ni la izquierda ni la derecha pueden pensar que están en posesión de las reivindicaciones o de la verdad de cualquier naturaleza. Y mucho menos acusar a los otros de construir discursos que alientan lo malo que pasa en la sociedad buscando con ello un puñado de votos. Esto no puede ser, es lamentable y cada vez dice más de lo que son nuestros políticos.
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