Este domingo se celebran las primarias del PSOE-A tras una campaña que en general se puede considerar bastante pobre, tibia, sin mucho a donde agarrarse más allá de las ganas de permanecer de unos y de llegar para cambiar cosas, o intentarlo, de otros. Tres candidatos o, en realidad, dos y un invitado de última hora más un debate: A Espadas se le considera el elegido por Moncloa y a lomos de palabras como "cambio" o "municipalismo" intenta proponer una alternativa sosegada a una militancia a la que siempre movió más el carácter de un líder aguerrido como el que pueda proponer Susana Díaz pero que, también, puede entender que como cartel electoral hoy ofrece más posibilidades un tono medido al estilo Espadas. Enfrente, Susana Díaz, que se ha batido el cobre en esta campaña en el cuerpo a cuerpo, se ha intentado mostrar renovada luciendo camisetas con slogans del tipo In woman we trust -en la mujer confiamos- o Positive energy -ejem- y no ha dudado de tirar de dardo envenenado intentado victimizarse bajo una supuesta campaña en su contra por ser mujer y esto de utilizar el machismo para casi cualquier cosa empieza a resultar un insulto a la inteligencia, un bochorno -¿Positive...?-; se echa de menos que el colectivo femenino no alce la voz cuando se usa la palabra machismo como mecanismo de ataque.
Y luego está Luis Ángel Hierro, el invitado de última hora que dos días antes aseguraba estar muy lejos de conseguir los avales necesarios y al que momentos antes del cierre le llovieron cientos de ellos por vía telemática como por arte de magia. Zataplán. Casualidades que tiene la vida.
El debate. En general, insulso. Díaz se propuso amable, sin ánimo de polemizar y mostrando el cambio que repentinamente ha cuajado en su ser, Espadas demasiado blando cuando es obvio que el oponente debe provocar más el cara a cara y censurar sin tapujos porque para eso está asaltando al poder establecido, mientras que Hierro ejerció el papel para el que le prestó los avales atacando sobre todo a Espadas y en ningún momento criticando la labor de una Susana Díaz que, no hay que olvidarlo, tiene la responsabilidad de haber perdido el Gobierno de la Junta tras 37 años consecutivos.
Mientras, el arco parlamentario fiscaliza el proceso entre expectante y divertido. Al PP no le mueve mucho si el candidato finalmente es Díaz o Espadas, no siente ahora mismo una especial amenaza frente a ninguno porque aunque con Díaz lo tienen más fácil porque el discurso está hecho -todo lo que pudiera hacer mal el PP ahora, que lo hace, lo ha hecho antes mal, o peor, el PSOE de Susana y ese es un hecho irrefutable-, tampoco les preocupa especialmente la opción Espadas, más moderado, eso sí, con más tendencia a coger ese voto perdido hoy en las garras del PP y que todo él viene en tropel de Ciudadanos. Porque el PSOE no recupera nada de todo lo que pierde Cs, lo sorprendente es que tampoco lo haga de la fragmentación de la izquierda tras la ruptura entre Adelante y Unidas P, que ofrece unos restos por provincias de votos perdidos que por la ley Dhondt favorecen al partido más votado. Esto le pasó siempre al PSOE de Chaves elección tras elección, se quedaba con los restos por provincias y sacaba resultados históricos. Hoy la ola es azul, viene de la Madrid de Ayuso, pasa por los indultos de Sánchez, reposa y baja por las vallas de Ceuta y anida en la crisis de un PSOE andaluz abierto en canal porque no ha sido capaz de encontrar la manera de evitar esta gravosa ruptura interna. Aunque bien es cierto que el PSOE tiene la capacidad orgánica cual salamandra de regenerar un órgano amputado, no lo es menos que estos días se hacen y se dicen cosas que veremos cómo más adelante se moldean para conciliar. Dependerá de quién gane, claro.
Aunque Moreno Bonilla asegure y asegure -y asegure- que no adelantará comicios, y tal vez sea verdad, ¿cuando alguien anunció su intención de adelantar? Nunca. ¿Y cuántas veces se han adelantado? Casi todas. Pueden darse paradojas sonoras al estilo de que gane Juan Espadas estas primarias, haya elecciones en octubre o noviembre, pierda de manera clara y dos meses después se celebre congreso regional al que llegaría Susana Díaz siendo secretaria general y Espadas como candidato derrotado. Un drama. Al aún alcalde de Sevilla le interesa ganar estas primarias, obviamente, y que las elecciones no se den antes de la próxima primavera, salir airoso del congreso de final de año y tener algo de tiempo para frenar una caída ya anunciada por las encuestas. Y lo fácil es denostar encuestas o a quien las hace, mucho más que mirarse un rato en el espejo y hacer un sincero ejercicio de autocrítica. Eso no.
Puede que gane Susana, que después de todo está demostrando, lo ha hecho siempre, una fuerza de voluntad inmensa para remar contra todos: contra Moncloa y Ferraz y contra más de la mitad del partido que, a la vista está, no la quiere, distinto es que su fuerza orgánica logre movilizar lo suficiente a una militancia que se mueve con el cuerpo a cuerpo y en eso ella, qué duda cabe, se faja inmensa. Si gana, ¿luego qué? Afronta una situación electoral muy complicada, su imagen está claramente deteriorada, lo dicen las encuestas a las que no quiere creer; con un nivel de conocimiento de casi el 98 por ciento nunca obtiene una valoración por encima del 3,7 -Social Data- o 3,28 -Sigma Dos- porque su votante, el del PSOE, no la valora por encima del seis. Y eso no tiene más recorrido. Te conocen y no te valoran mucho. Y si no entusiasmas a tu propia gente, ¿cómo harás para seducir al que duda?
Pero la política tiene estos vaivenes y nunca sabes si cuando estás arriba bajarás ya y/o al contrario. Pedro Sánchez es un ejemplo, del nadie le tose de hace tres meses se ha metido en mociones fallidas, el arrastre de Madrid, Ceuta e indultos y, de pronto, el nivel de confianza que producía en los españoles hacia él ha bajado casi diez puntos en unas semanas, de hecho en Andalucía roza el empate técnico en valoración con un Pablo Casado que, sinceramente, tampoco rompe en líder que mueva a las masas.
Veremos el domingo, igual hay segunda vuelta y el tiovivo sigue girando. Veremos el nivel de participación, que esa es otra: movilizar al personal un 13 de junio con las temperaturas que caen bajo este cielo andaluz no es tarea fácil, más cuando el asunto en cuestión no seduce especialmente a nadie más allá de a los muy cafeteros o a los directamente afectados. Es así, lo saben. Pero hay mucho en juego, un puñado de votos desnivelan la balanza hacia un sitio o hacia otro y de ahí se genera una pequeña ola que se hará mayor para crecer y crecer con la ambición de romper con todo lo que se le ponga por delante.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es