Estando servida la polémica a nivel futbolístico con la, por ahora en grado de tentativa, "Súper Liga Europea", resulta de interés una breve reflexión sobre determinados aspectos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de valorar tantos juicios como se vienen emitiendo. Resulta capital para abordar la cuestión el análisis de conceptos como la legitimidad de sus integrantes, la libertad de asociación y la finalidad del nuevo orden que se trata de instaurar.
Dichas cuestiones pueden dar lugar a diferentes posturas, si bien se atisba a priori, y mínimamente, la legitimidad del derecho de asociación y la finalidad de refundar un nuevo orden económico en el fútbol europeo, que permita afrontar una indiscutible crisis económica.
Se presume entonces esta "apariencia de buen derecho", que, sin ir más lejos, ha refrendado el Juzgado de lo Mercantil nº 17 de Madrid, quien, por medio de Auto, ha prohibido a FIFA, UEFA, Liga y federaciones que adopten cualquier medida que "prohíba, restrinja, límite o condicione" la puesta en marcha de esta Super Liga Europea. Obviamente la resolución podría hallar un conflicto de competencia.
Ese derecho, a priori legítimo, colisiona con dos realidades igualmente incontestables; una, el orden establecido en el fútbol europeo y nacional hasta la fecha, "el establishment" que encarnan UEFA, FIFA y demás asociaciones nacionales; Y otra, mucho más compleja e interesante sociológicamente, cual es su aceptación por parte de la sociedad. Es esta última traba, aparentemente, la que de momento ha constituido el germen del naufragio de la aventura.
A tal efecto, tenemos en la actualidad una sociedad globalizada, en la que existe gran conciencia colectiva respecto a valores democráticos y sociales que han marcado el devenir de los acontecimientos, siendo probablemente el ejemplo más llamativo el de la sociedad inglesa que de manera pronta y espontánea se postuló de manera frontal contra la iniciativa, lo que motivó el posicionamiento del primer ministro y el decaimiento de los seis equipos ingleses participantes. Sin hablar de la postura de equipos de la Bundesliga, por ejemplo, del Bayern de Múnich, que ni siquiera apareció como constituyente.
Interesante en todo caso el debate, es claro que no sólo el fondo es importante, sino también las formas. Si existe una legitimidad jurídica y el fin es presuntamente revalorizar o reorganizar de manera más justa los ingresos que pueda generar el fútbol; el llamamiento a todos los clubes y aficionados, la sindicación colectiva, el carácter horizontal de la medida, la transparencia de la información y comunicación a la sociedad con suficiencia argumental, así como el planteamiento equitativo y proporcional en cuanto al reparto de los posibles beneficios, se antojan capitales consideraciones para que tales venturas prosperen.
Amén de lo anterior aparecen otros debates como la necesidad de adaptar los costes a la realidad económica de toda empresa o el derecho a participar de los beneficios económicos legítimamente generados de manera proporcional a la capacidad de cada club. Evidentemente, esto no ha terminado, pero replantear la cuestión de manera más "democrática", sería una adecuada medida para el buen fin de este interesante conflicto.
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