Se hizo famoso el gesto de espectáculo adelantado de la política que hizo, en eso, Manuel Fraga Iribarne, el exministro de Información y Turismo de Franco que evolucionó hasta la fundación de Alianza Popular, y el Partido Popular, tras pasar por la embajada española en Londres y al encajarse en la cabeza allí… el bombín le cambió algunas de sus ideas, aunque no todas. El paraguas londinense en la mano le sirvió para adiestrase con los palos en la transición, que dio como vicepresidente para Asuntos de Interior y ministro de Gobernación. Pero los personajes de su dimensión no son uniformes ni rectilíneos. Fraga escribió decenas de libros y triunfó como presidente de la Xunta de Galicia y hasta en la amistad con Fidel Castro, sobre la que habría que haber realizado a ambos protagonistas psicoanálisis que ya no son posibles.
“No hay tutelas no hay tutías” gritó un Fraga exaltado, en el congreso del Partido Popular celebrado en Sevilla en 1990, rompiendo a pedazos una carta de dimisión -sin fecha- del recién elegido presidente del PP José María Aznar entre la euforia del público asistente. Seis años más tarde Aznar conseguía, con el apoyo de Pujol y Arzallus, de nacionalistas vascos y catalanes, la presidencia del gobierno español.
En Barcelona hay un despacho vacío en el Palacio de la Generalidad de Cataluña. El que dejó vacante en su deshonrosa salida hacia lo que llaman exilio Carles Puigdemont. Desde la noche del 27 de octubre de 2017 el despacho del Presidente de Cataluña está intocable, vacío, expectante a la decisión de sus enredados dirigentes, incapaces de ocupar el despacho oficial, contiguo a la Sala Mare de Déu de Montserrat. Torra no quiso y Pere Aragonés no pudo. El legítimo dueño sigue siendo el último que lo ocupó. Cataluña no termina de aterrizar en la realidad porque el presidente que fue, desde Waterloo, bloquea cualquier posibilidad de avance desde la ensoñación a la realidad. Se han celebrado elecciones y hay parlamento constituido pero en el independentismo nadie rompe la carta de “Ni tutelas ni tutías”. Las disquisiciones sobre el Consell per la República y su coordinación con la presidencia de la Generalitat es antidemocrática a carta cabal. Es anular a la representación legal que han votado los catalanes para sustituirla por una reunión informal de independentistas. Los demás no cuentan.
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