Nos cuesta a veces parar a pensar cómo estamos. Ver lo que verdaderamente sentimos y todo lo que callamos. Por miedo, por vergüenza, por falta de atrevimiento. Nos cuesta reconocer qué nos está pasando. Aunque queramos hacer ver que todo está bien. Que aquí no ha pasado nada. Tragamos y ya nos cuesta hasta digerir cada una de las palabras que decimos y que ni nosotros mismos nos creemos. Y no pasa nada por reconocer que algo va mal, que debemos cambiarlo o que simplemente no nos gusta cómo está ocurriendo. ¿Qué debemos hacer ahí? En primer lugar y lo más importante es saber y reconocer cómo estamos. Reconocer es el primer paso para poder avanzar. Pararte a pensar qué es lo que debemos cambiar para poder estar mejor. Corregir lo que falla, poner todo nuestro empeño porque eso cambie y hacer que cambie. Porque nada tiene el poder de cambiarnos a nosotros mismos. Nuestra esencia siempre se mantiene intacta, aunque algunas veces escondida, tan solo lo que tienes que hacer es sacarla a pasear, hasta en aquellos días grises que tu cabeza dice no y tu corazón dice: inténtalo una vez más.
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