Quizás una de las cosas que más echo de menos de antes de la pandemia o de la vieja normalidad, es el abrazo porque es la comprobación de que uno no está aislado del resto de la especie humana. Y es un acto por el que el calor de un cuerpo se une al calor del otro y nos puede regalar energía porque todos estamos incompletos sin ella.
Esta pandemia se ha llevado a miles de personas, muchos de ellos llevaban una vida en soledad pero en soledad nos escogida y eso, además, te va enfriando, te va congelando. Abrazar a la persona amada es sentir la vida que a uno le falta. Abrazar a un hijo o a un nieto es saber que ese calor eres tú.
El abrazo de una persona amada o amiga es un poema que te dice que alguien existe y está ahí para echarte una mano cuando lleguen los momentos difíciles. Un abrazo de verdad es como aquel bolero que dice: “si tú me dices ven, lo dejo todo”.
Y quizás sean todos esos sentimientos que conlleva el abrazo lo que más echo de menos. El saludar con los codos, el llevarse la mano al corazón , son muy fríos y no notas la sensación de calor que necesita el cuerpo para sentir que, realmente , no estás solo sino que formas parte de una comunidad que puede quedar reducida a tu propia familia pero que también alcanza a los amigos de verdad.
Estos días en los que en algunas residencias ya han podido ir familiares a ver a los internos de las mismas, ha sido emocionante. Y a la pregunta a nuestros mayores internos en residencias, todos han dicho lo mismo: lo que más echan de menos son los abrazos de hijos, de nietos, porque, como les contaba al comienzo de este artículo: el abrazo es un acto por el que el calor de un cuerpo se une al calor del otro cuerpo y nos muestra que , a pesar de todo y aunque a veces no lo parezca, somos humanos.
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