Sindéresis

El rifle

Hay esclavistas modernos, españoles, que se niegan a llamar al 112 porque se les muere un empleado por culpa de su propia negligencia como empresario.

Publicado: 01/03/2021 ·
20:06
· Actualizado: 01/03/2021 · 20:13
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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El miedo que nos infunden ciertos elementos de la clase política suele funcionar como funcionan los perros de caza en una batida; te hacen salir de la madriguera para evitar el mordisco, y lo que te va a llegar por la espalda es un disparo.

En estos tiempos de pandemia lo vemos con claridad; un partido político organiza una manifestación en un enclave de Sevilla para predicar contra las autonomías, y, por otra parte, alerta sobre la ola de contagios que podría provocar otra manifestación con la que no está de acuerdo ideológicamente; es decir, que VOX quiere que le tengas miedo al feminismo.

Nuestro particular Chernobyl siempre fue el maldito terrorismo, según prensa y medios, al mismo tiempo que se ignoraba la intolerable sangría de almas y corazones que era la violencia machista. Ahora se nos quiere meter miedo con la violencia venidera producto de la inmigración irregular, los homicidios que provocarán las bandas callejeras, de nuevo para invalidar nuestra capacidad de análisis, para que no veamos el rifle del cazador, para que no constatemos la circunstancia más cruel: en España mueren el doble de personas por accidente laboral que por homicidio. Hay esclavistas modernos, españoles, que se niegan a llamar al 112 porque se les muere un empleado por culpa de su propia negligencia como empresario, esos que te amenazan con el pan de tus hijos si no accedes a trabajar en condiciones de máximo riesgo, esos que amenazan a la Ministra de Trabajo si sigue mandando inspecciones; esos mismos, son camuflados por el cuarto poder en virtud a cualquier otro suceso luctuoso que derive de las pasiones humanas o de algún miedo políticamente indicado.

En España las trabajadoras y trabajadores necesitan ayuda urgente, protección, necesitan acudir a su puesto de trabajo sintiendo que son irreemplazables y que, por tanto, se cuidará de su vida y su salud. En España hacía falta una inspección de trabajo que diese vueltas con las luces de las sirenas puestas, que diese miedo, más miedo que los antidisturbios, porque no ha habido manifestación que haya causado más pérdidas irreemplazables que el asfaltado de una autopista. No mucha gente sabe que si un policía queda incapacitado en acto de servicio acabará siendo pensionista con el doble de su sueldo, y esto a mí me parece bien. Me parece tan bien que quiero lo mismo para los demás. Lo mínimo que se merece cualquier trabajador o trabajadora en cualquier oficio es saber que, aunque a veces el riesgo es inevitable, que la desgracia vigila, si sobrevive será cuidado por la misma sociedad que lo expuso a ese riesgo, y, si muere, su casa no quedará desatendida.

Pero es mucho mejor no llegar a eso. Es necesario entender, más allá de la muerte y la desgracia, que la gente se deja los ojos, la espalda y los pulmones en su puesto de trabajo. Que somos tratados como fusibles, reemplazables. Que los empresarios difícilmente pagarán esos sutiles platos rotos de futuros pensionistas discapacitados. Que las profesiones más jodidas son las más necesarias. Que la filosofía del sacrificio, el aplauso al repartidor que estudia entre encargo y encargo, es un reclamo de caza; y, detrás del reclamo, está el rifle.  

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