Notas de un lector

Hasta siempre, Joan Margarit.

Este invierno desolador, envuelto por el recuerdo blanco de la nieve y el frío de la pandemia, se nos lleva, además, a un gran poeta.

Publicado: 27/02/2021 ·
09:31
· Actualizado: 27/02/2021 · 09:31
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Escribo estas líneas pocas horas después de saber del fallecimiento de Joan Margarit. Este invierno desolador, envuelto por el recuerdo blanco de la nieve y el frío de la pandemia, se nos lleva, además, a un gran poeta.

Tuve la suerte de conocerlo, de disfrutar de su voz y de sus versos en la madrileña Residencia de Estudiantes y en la Biblioteca Nacional y de mantener, a lo largo de dos décadas, una gratísima correspondencia epistolar. Ahora, que he vuelto a su última carta, donde me agradecía mi lectura y mi reseña de su libro “Misteriosamente feliz”,memoro y dejo aquí sus palabras: “Querido Jorge:mi mayor agradecimiento por tu bello artículo, que no sé si merezco. Qué ilusión ver que iba firmado por ti. Eso da alas hasta a un viejo como yo. Gracias por todo lo que dices, pero sobre todo por acordarte aún de este amigo”.

Aún y siempre, Joan.Mi admiración por su humilde cercanía, por la honesta belleza de sus versos seguirán vigentes. Porque su decir ha sabido ahondar en el misterio con un verbo que ensancha la realidad y que, al mismo tiempo, hiere y sana. La desolación y el consuelo han ido parejos a su proceso creador y, ambos, han sido el hilo conductor de su dura alegría temática, de su tristeza mejor.

     A lo largo de su obra se adivina un recorrido que abarca desde aquel “niño callado que jugaba solo”, hasta el escalofrío último que se esconde “detrás de estos ojos de viejo”. Y,en verdad, el espacio alcanzado por la doble mirada del yo, vertebra gran parte de su testimonio versal.

“Un poema debe decir justo lo que necesita su lector o lectora. De esta exactitud viene su poder de consolación; la misma que sirve para introducir en la soledad de las personas algún cambio el cual proporcione un mayor orden interior frente al desorden de la vida”, anotó en el epílogo a su “Cálculo de estructuras” (2005). Buen conocedor de dichas “soledades”, su quehacer fue ahondando en la búsqueda de aquellos materiales que debían transmitir el ulterior mensaje lírico: autenticidad y emoción. Y en esa línea de continuo pálpito, de sentimental sutileza, de llameante vivir, se vertebra el conjunto de su cántico solidario yautobiográfico.

     Autor prolífico y preciso, soportó la muerte de su esposa y de sus dos hijas, Anna y Joana ("La muerte nos es más que esto: el dormitorio,/ la luminosa tarde en la ventana,/ y este radiocassete en la mesita/ tan apagado como tu corazón") y fue asumiendo estoicamente su propio adiós. El pasado diciembre, los Reyes le entregaron personalmente el Premio Cervantes, pues la habitual celebración del galardón tuvo que ser aplazada. Ya sabía entonces de lo irreversible de su enfermedad. De ella, precisamente, y de la vejez, y del amor, y por supuesto de la muerte, deja un libro póstumo, “Animal de bosque”, que verá la luz el mes próximo.

   Fechado un 16 de febrero de 1994, conservo su “Cantata de SantJust”, editado por la Fundación Juan Gil-Albert. En su prefacio, anotaba: “Estos poemas los ofrezco empujados por el sentimiento de que un día moriré en SantJust, de que en mi lugar quedará el aire, por ejemplo un aire profundo y claro como el de este día”. Allí mismo, encontró ayer su descanso; el Ayuntamiento de dicha localidad ha declarado tres días de duelo por ser “vecino ilustre reconocido internacionalmente”. Descanse en paz.

Hasta siempre, Joan, hasta siempre amigo

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