Se lo he dicho a alguien tan querido como se siente, aquí en el pecho, a un hermano de sangre que se encuentra en la travesía de la incertidumbre por un amor de ida y vuelta que le va dejando sembrada el alma de espinas. Se lo he dicho y hemos quedado en eso. Todo empieza por un sueño. El origen de cualquier trayecto hacia la felicidad ha de ser una intención con cuerpo de sueño y ropa de esperanza. Sin consultarle a mi amigo Manolo Salgado -considerado sicólogo de sonrisa en la corteza y en el núcleo de su espigada anatomía- he decidido que mi hermano del alma debe plantearse su agonía como el inicio de una solución. Debe soñar que huye del pozo, desearlo con fuerza y buscar con vientos más favorables esa salida de un túnel que ahora parece interminable, inexpugnable, sombrío y cruel hasta provocar que falte el aire. Incluso, por amor, los hombres a menudo visualizamos la muerte de cerca...de tanto amar.
En la vida no existe argumento tan placentero y hermoso como el amor. Tampoco se ha encontrado algo que provoque un dolor mayor. El amor está en los extremos y es por eso que estamos obligados, así es la vida, a buscar el temple permanente que nos deje convivir en paz con ese sentimiento que a lo largo de la historia ha provocado las mayores de las felicidades y las más grandes de las catástrofes. El amor es un concepto universal, galáctico, imperecedero, conocido por todas las almas porque es capaz de mostrarse en multitud de formas, en momentos increíbles y en instantes impensables. El amor es afinidad vital, sentimiento y magia. Es un mucho de fe y otro mucho de deseo. Es necesidad de la otra persona y lo que representa. En una ocasión me dijo Curro Romero, ¡qué desdichado aquel que pisa la tierra y está viviendo sin amor, porque la vida sin amor no es vida!
Le he propuesto a mi amigo, ahora en el lecho del dolor sentimental más agudo, que primero se plantee un sueño, que empiece por tener ese deseo que ahora parece imposible. Será el primer paso. A partir de tener ese sueño, podrá empezar a caminar, despacio, mientras le sangran unas heridas que habrán de cerrarse. Sé que ahora no puede visualizarlo, pero no todo en el amor es ternura permanente e ilusión infinita. Existe el desamor.
Mi amigo no puede parar de llorar mientras le hablo con el corazón en la mano y la razón en la boca. Cree que no lo entiendo del todo porque su amor -ciego porque es verdadero- no le deja más que recordar una y otra vez la ausencia de su amada.
Ahora solo quiero abrazar a mi amigo, dejar que apoye su cara en mi hombro y que un pecho que sí le quiere de forma incondicional reciba unas lágrimas que, me temo, otras personas no merecen. No lo olvides, hermano mío... todo empieza por un sueño.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es
