La Pasión no acaba

Un crujido en el alma

De pena se ha muerto el mairenero Antonio Gavira, el hombre que esculpió a Madre Angelita, vecina eterna de la puerta de San Pedro que cada Martes Santo...

Publicado: 14/10/2020 ·
19:09
· Actualizado: 14/10/2020 · 19:09
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  • Los monjas ante el convento confinado de las hermanas de la Cruz de Sevilla. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

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De pena se ha muerto el mairenero Antonio Gavira, el hombre que esculpió a Madre Angelita, vecina eterna de la puerta de San Pedro que cada Martes Santo recibe las flores y los besos de los costaleros de San Benito en una apoteósica demostración de amor a la humildad hecha carne. De pena está Sevilla buscando pares de monjas de camino a la pobreza, parejas de hermanas que gastan zapatillas y sudor para hacer más liviano el camino del otro, de ese prójimo del que todos hablamos y ellas -sin hablar- se ocupan.


De pena parecen trinar algunos pajarillos que desde lo alto han dejado de ver hábitos caminantes por las calles de la ciudad más hermosa del mundo. Encerrar a las Hermanas de la Cruz es ponerle un candado al amor. Echar la llave a esa puerta es ponerle grilletes a la pureza, amputar las alas de un halcón, quitarle el tapón del mar a los delfines.


La pandemia asola a deshora siempre. Nunca es bienvenido el tiempo del dolor y de la crueldad. Y azota también a un puñado de mujeres que viven el tránsito a la santidad con la única intención de contagiar de puerta en puerta el virus del Evangelio y la enfermedad mortal de amor a la cruz.


Se ha muerto el escultor que levantó a Madre Angelita para el jardincillo de San Pedro, la misma que parecía sonreir cuando Tejera soplaba suave tras el palacio bordado de Madre de Dios de la Palma. Se ha ido porque no soporta ver a las hermanas en una celda que no es la suya. Las Hermanas de la Cruz se encierran porque aman, pero ahora están confinadas porque lo dictan las normas de una sociedad que no les deja salir a jugarse la vida con sus enfermos de toda la vida. Lo aceptan y no lo comprenden. A ellas no les importaría morir por el Covid si eso sirve de bálsamo para alguien que necesite de sus manos limpias en el lecho del dolor extremo. Son así porque así las enseña Sor Ángela y les recuerda Madre María de la Purísima.


Sevilla siente un crujido en el alma cuando observa la puerta cerrada de las hermanitas. Los dibujos de unos niños recuerdan que allí está la entradita al cielo y los pestillos de la generosidad parecen derramar lágrimas de soledad y desuso.


Ellas están dentro, rezando, aceptando la enfermedad y el designio de Dios. Al mismo tiempo preparan la buena nueva de su regreso. Sus desplazamientos por las calles son regalos urgentes.


De pena se ha muerto el mairenero Antonio Gavira, el hombre que esculpió a Madre Angelita, vecina eterna de la puerta de San Pedro que cada martes santo recibe las flores y los besos de los costaleros de San Benito en una apoteósica demostración de amor a la humildad hecha carne. 

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