Ya sabíamos que era lo que tocaba, porque lo teníamos claro desde que empezó la temporada. Algunos ilusos, yo el primero, soñábamos con que la vuelta al campeonato fuera todo distinto. Tres meses dieron para soñar con que el octavo puesto estaba a tiro de piedra y que había alguna posibilidad de encadenar una buena racha y, al menos, acercarse e ilusionarse un poquito con este equipo. Pero es imposible… Nos los ponen complicadísimo los futbolistas.
El equipo está descompensado, desanimado, desfondado, desazonado y todos los dez que se nos ocurran. Los aficionados estamos desilusionados y desesperados, porque no nos queda ni un clavo ardiendo al que aferrarnos con este Málaga. Yo soy de los que sueña con que, al menos, haya cuatro equipos peores -que a día de hoy los hay-, pero, ¡ay!, si no los hubiera… Consuelo de tontos, pero consuelo al fin y al cabo.
Esta temporada ha ido todo mal, todo en contra, desde el fichaje frustrado de Okazaki hasta la intervención judicial -que es lo menos malo-. El equipo está sumido en un bucle de inanición infame del que no lo puede sacar nadie. Además, los aficionados tenemos que llorar por un ojo, claro. No podemos quejarnos de que se venda al primer chaval que despunta porque es eso o la muerte, la desaparición, el caos, el solar, el apocalipsis… Lo que sí está claro es que esto está sirviendo como filtro para que, al final de todo esto, quede un puñado de malaguistas que seguirán sufriendo, se llame como se llame, con el equipo de la ciudad. Porque es nuestro sino. Vivimos refugiados en ilusiones vacías de compradores fantasiosos, en rescatadores que nunca llegan, en inversiones que se quedaron hace muy pocos años pero parecen tan lejanas que uno se siente mayor.
Si queda alguno por aceptarlo, es el momento: estamos abocados a sufrir, ni siquiera en los mejores momentos nos ha tocado disfrutar, nos han robado siempre la alegría: los dueños, los árbitros, los equipos grandes, los pequeños. Lo de sufrir es nuestro, y parece que nos va la marcha. Nos queda un trecho todavía para acabar la temporada y todo se está poniendo cuesta arriba. El pozo al que nos dirigimos es muy oscuro y es mejor no imaginárselo, porque da mucho yuyu y nos llevaría sabe Dios a dónde… Pero mantengamos el optimismo el ratito que podamos, que ya haremos algo para perderlo.
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