La tribuna de El Puerto

Un buen tapabocas

Esa deshumanización tiene una justificación: no velar a esos muertos minimiza a asumir la derrota y la culpabilidad del error

Publicado: 24/04/2020 ·
10:46
· Actualizado: 24/04/2020 · 10:53
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  • Pedro Sánchez. -
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Viva El Puerto

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Luis Miguel Morales

La sinrazón de la pandemia tiene en la mascarilla el elemento más preciado y más necesario para, no solo frenar el virus en su expansión, también, para evitar que nos lleven los demonios ante lo que estamos aguantando y alejar la peligrosa censura. Un tapón incrustado que valga como freno. Lo que comúnmente se podría utilizar como un buen tapabocas. Los que valdrían para enderezar a la ruina a la que vamos directo al desolladero por la acción, omisión y nefasta actitud de un Gobierno sobrepasado incompetente y cuatrero.

Enumerar ahora la inagotable lista de despropósito de este Gobierno sociópata nos haría perder, como digo, los nervios y el tiempo. Les haré la pregunta a la inversa. Digan una sola propuesta positiva, digna y acertada realizada en tiempo y forma. Una sola. ¿La encuentran? Pues eso.

Esta crisis sería menos traumática sino estuviéramos hablando de miles y miles de muertos. Se lo repito otra vez, miles y miles de muertos. En la no aceptación de ellos, en su duelo, está la falsa concepción de absolver el pecado capital. Que la política mata lo padecemos todos los días. Esto no va de ideología ni de partidos, va de actitud.

No se quiere ver que una vez acabe esta matanza cualquier comparación en cifras será otro insulto a la inteligencia y a la humanidad. No se ponen rostro a las víctimas, no interesa conocer su soledad, su angustia y su pena. No hay para ellas un especial, ni un mísero directo televisivo que las reconozca. Nada. Cifras que quedan en números que suman más cadáveres y a los que solo sus seres queridos añoran.

Esa deshumanización tiene una justificación: no velar a esos muertos minimiza a asumir la derrota y la culpabilidad del error. Esa ensoñación de que no está pasando, de enredarnos y darnos alpistes para distraernos en asuntos triviales. Ya saben, apruebo y luego corrijo. Como el buenismo pendenciero que también nos intenta culpabilizar de la inoportunidad en la crítica por no remar en la dirección apropiada.

El arresto domiciliario por lo visto no es suficiente para que tampoco podamos censurar lo evidente: ni se aceptan las posturas contrarias, ni se respetan los elementos mínimos de lo que debiera ser una democracia asentada. Aceptar sin más, sin expresar tu angustia y sin poder elevar la voz. Para eso también debiera valer una mascarilla. Y en la esquizofrenia institucionalizada retrata el absurdo de pretender despenalizar los ataques a la corona y por el contrario, los mensajes “negativos” -no bulos- como apuntó María Isabel Celaá, ministra de Educación, al Gobierno, sí son constitutivos de azuzar a la Guardia Civil.

Tal es la previsibilidad de la ineptitud de esta banda, que adelantandome ya compré hace un mes mascarillas y guantes por internet. Yo sí lo logré. Raro, ¿no? A ellos todavía le siguen dando coba y al resto sin poder lograr una.

Como tampoco hay perro sin correa, no me quiero dejar atrás el denigrante papel interpelado por activistas metidos a periodistas o informadores, adulando y blanqueando la patética y criminal actuación del Gobierno. Retratados y señalados van edulcorando al son que más conviene como comisarios políticos. Apesebrados y mamadores de un Régimen totalitario.

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