Quien a buen árbol se arrima...

Días de recuerdos

Según una encuesta que ha salido en los medios de comunicación, la actividad a la que más tiempo estamos dedicando en este confinamiento es la limpieza...

Publicado: 07/04/2020 ·
21:06
· Actualizado: 07/04/2020 · 21:11
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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Según una encuesta que ha salido en los medios de comunicación, la actividad a la que más tiempo estamos dedicando en este confinamiento es la limpieza y el orden de la casa; la primera es básicamente habitual, con coronavirus o sin él, pero el orden en profundidad es menos frecuente en el devenir cotidiano. Y ahora, quien más y quien menos nos hemos enfrascado en abrir altillos y bajar cajas de todo tipo; nos hemos atrevido con los cajones del sinfonier, con las baldas superiores de las estanterías o con rincones del armario que quedan detrás de los abrigos, o sencillamente hemos puesto orden en el “explorador de archivos” de Windows.

¡Y hemos encontrado tantos recuerdos! Creo que hemos ido viviendo una montaña rusa emocional, porque las cosas que hemos encontrado están asociadas a recuerdos muy variados. Y junto a la memoria de un viaje fantástico resurgía otra vivencia que había sido particularmente áspera. Son días de recuerdos, los cuales van enganchándose entre sí y uno lleva a otro, y sin haberlo propuesto, empieza a realizarse balance: ¡Cuánto hemos vivido! Son días de ir descubriendo los tesoros escondidos en los pliegues de nuestra memoria, los tesoros de la experiencia, los de la decisión correcta que ya podría tomar si se presentase de nuevo la oportunidad.

Los objetos que más protagonismo concitan, que más expresiones “mira lo que he encontrado” producen, son las cosas de nuestros hijos. Aparecen sus notas de colegio, cuadernos de manualidades, fotos, libros de texto, colgantes, pulseras de artesanía que todos acaban usando al menos una vez en la vida, muñequillos, dinosaurios, coches minúsculos, y tantos “¿te acuerdas de esto?” ¡Cómo crecen!

Ver las habitaciones inundadas de tantos objetos portadores de memoria y emociones lleva a una evidencia interior muy reconfortable, constatar que todas esas cosas están unidas por un hilo muy fuerte y sólo visible a los ojos del alma: el inmenso amor que hemos ido desenvolviendo en torno a ellos desde el momento en que nacieron, que nos ha llevado a preocuparnos por su futuro. Les hemos formado lo mejor que hemos sabido, hemos procurado prepararles para aprovechar las mejores oportunidades, hemos ahorrado para ellos, los cuidamos.

Pero hay una paradoja. Una reflexión al final de un libro de Jared Diamond (“Colapso”) me recolocó de nuevo en la fría realidad: nos preocupamos por su futuro personal mientras formamos parte activa de una sociedad que está poniendo en serio peligro ese, su futuro, porque nuestro modo de vida insostenible está detrás de los graves problemas ambientales que aguardan a la vuelta de pocas décadas. También este confinamiento nos está dando la oportunidad de constatar que podemos reducir mucho más nuestro impacto ambiental sin traumas. Ojalá lleguemos a tiempo.

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