Creo que es jueves. Y digo creo porque empiezo a perder la noción del tiempo hasta el punto de que me pregunto muchas veces el día en que estamos. Hoy , para colmo el cielo ha estado entoldado y hay chaparrones tremendos. Todo es gris en estos días de incertidumbre. El Rinconcillo ofrece un aspecto fantasmagórico en el que no se ve ni la Bahía, esa que nos decían que es tan bella.
El cuarto día de la tercera semana de confinamiento está lleno de dudas. Sobre todo, en los grupos de Whatsapp y en las redes sociales, porque en las calles se ve claramente que vivimos bajo un estado de alarma. En las comunicaciones entre personas ha quedado claro que todavía tenemos muchas interrogantes. Demasiadas. Porque aparte de las obras, ¿qué más tiene que parar ahora?. El español ya se ha hecho a la idea de que tiene que estar en casa. Es más, la mayoría pide dureza en las medidas para que así este encierro acabe lo antes posible, de ahí que no se puedan entender los bandazos que cada dos por tres está dando el Gobierno en la más absoluta improvisación y sin contar con nadie.
Y no se trata de ser de un partido u otro, de tener una ideología u otra, sino de que el ciudadano lo que quiere es claridad para así poder acatar de verdad las normas. Que si, que sabemos que todavía hay personas que se saltan el confinamiento, pero la inmensa mayoría lo cumple a rajatabla.
Está claro que los ciudadanos seguimos en la línea correcta, así que a ver si mañana los datos son más positivos y nos acercamos de verdad a ese famoso pico del que tanto nos hablan.
Con las nubes , ni siquiera ya la luz del cambio de hora nos ayuda a sonreír. Las calles se nos presentan aún más vacías, porque sí, porque hay que salvar vidas, pero estamos más tristes y descarnados. Los cielos grises, los hogares cerrados, las azoteas y los patios solitarios son el cuadro al que nos asomamos desde nuestras ventanas, esperando a que den las ocho para poder captar algo de vida.
Empiezo a tener cierto cansancio: ya no hay redes sociales que valgan, esas que antes nos ocupaban horas del día. ¿Será que nos estamos empezando a dar cuenta de que lo que de verdad importa no está detrás de la pantalla sino tan cerca como en la puerta de al lado?. Lo cierto y verdad es que se nos ha parado la vida, la real, no la virtual.
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