Hay que remontarse treinta años atrás para encontrar imágenes como las que hoy se ven en la frontera hispanolusa. Cruces vigilados, caminos cerrados...estampas que solo recuerdan los mayores y que quedarán, de nuevo, pronto en el olvido.
Eva Martínez Mendiero es española. Vive en Lisboa. Sus hijas son portuguesas. Su padre está en Badajoz (España). El cierre de la frontera era para ella inimaginable, pero también es, admite, la única alternativa frente a la amenaza común del coronavirus.
"La incertidumbre, en una situación como esta no es buena, pero es lo que hay. El corazón está dividido a ambos lados de la frontera. Es una situación nueva, desconocida", dice.
"Los sentimientos están ahí y hay que tener fortaleza para sobrellevar esta situación".
Luiz Araújo nació en la lusa Vilar Formoso y vive en Ciudad Rodrigo (Salamanca, España) con su mujer -española- y su hija. Su madre sigue en Portugal. "Hay que ser conscientes del problema, no se puede seguir con la vida normal".
Como ellos, miles de españoles y portugueses de ambos lados de la Raya -1.234 kilómetros, la frontera más larga y antigua de Europa-, viven un mal sueño desde que se limitó el paso a mercancías para frenar la expansión del Covid-19.
SEPARADOS POR UNA FRONTERA, UNIDOS COMO VECINOS
Conscientes del impacto social de esta separación temporal, los Gobiernos han querido dejar claro que nada cambiará en el futuro.
"Vivimos tiempos difíciles. Tiempos de mirar hacia dentro, de cuidarse a uno mismo y a todos, de juntarnos como familia y de pensar en los demás. Vamos a estar separados por una frontera pero para siempre unidos como vecinos", apuntaba el primer ministro luso, el socialista António Costa, en un cálido mensaje a la comunidad española enviado a Efe.
"Mañana estaremos nuevamente juntos, sin límites o fronteras, dándonos un abrazo", concluía.
La respuesta del presidente del Gobierno español, el también socialista Pedro Sánchez, no se hacía esperar: "Amigo Antonio, pueblo de Portugal. Juntos tomamos esta decisión para cuidarnos y cuidar a nuestros compatriotas. Ganaremos al Covid-19 con el esfuerzo de todos y todas. Y cuando todo pase, volveremos a abrazarnos como países hermanos que somos".
Un mensaje de tranquilidad que confirma la fortaleza de las relaciones entre ambos países. Lejos quedan los tiempos en que España y Portugal estaban "de costas viradas", se daban la espalda y se miraban con recelo. Hoy, buenos vecinos y aliados en la Unión Europea, avanzan en proyectos comunes. Y no solo en el mundo de la política y la economía.
COOPERACIÓN PARA EL FUTURO
La cooperación llega hoy a todos los campos: ciencia, agricultura, turismo, medicina... el potencial es inmenso.
De la mano del Programa de Cooperación Transfronteriza Interreg España-Portugal (POCTEP) de la Unión Europea, los dos estados ibéricos han dado un salto en su estrategia y han abierto vías antes inexploradas para impulsar el desarrollo conjunto.
"Interreg ha sido uno de los principales impulsores de la creación de confianza a través de las fronteras, lo que tiene un valor incalculable desde un punto de vista político, económico y social", explicaba recientemente a Efe Elisa Ferreira, Comisaria europea de Cohesión y Reformas.
Los fondos europeos han financiado iniciativas como Probioma, que permite a especialistas españoles y lusos analizar si las bacterias ocultas en cuevas del paleolítico y minas abandonadas pueden ser la medicina del futuro.
Y también proyectos para conservar la memoria colectiva, los "tesoros humanos vivos", como el español José Manuel y la portuguesa Isalina, guardianes de la cultura miñota de Galicia y el norte portugués.
Y para preservar el "barranqueño" y el "mirandés", lenguas que han sobrevivido al paso del tiempo y que solo se hablan en los pueblos de la Raya. Y para rescatar los caminos jacobeos del Oeste y frenar la despoblación o impulsar el "turismo de estrellas" a las orillas de Alqueva, el "grande lago" ibérico.
Pero también han servido para velar por el medio ambiente y cuidar de especies protegidas, como el lince o los últimos ejemplares de "Agrupación de la Meseta", una cabra única originaria de la frontera.
Y para darle una oportunidad a Inés, la última cabrera de los Arribes del Duero, que bala para llamar a Brillante, su cabra favorita. Y a Laura, volcada en el turismo sustentable, y que es "española y portuguesa, como el Duero".
HISTORIAS IBÉRICAS
Pero ninguno de estos proyectos habría sido posible sin el peso de los poderosos lazos que unen a españoles y portugueses.
Su frontera guarda miles de historias individuales de penurias y de solidaridad. Historias que confirman que no hay barrera capaz de frenar a los pueblos. Historias Ibéricas.
Como la historia de Barrancos, el pueblo luso que acogió a miles de republicanos españoles que huían de la Guerra Civil en 1936 en el único campo de refugiados reconocido oficialmente en Portugal.
Francisca Agudo, la tía Xica, la última superviviente de aquellos acontecimientos en Barrancos evocaba con Efe, poco antes de morir, el espanto de la guerra visto a través de los ojos de una niña de 9 años.
Fueron años de pobreza y de dolor, pero también de fraternidad. Los años del contrabando en la frontera, cuando españoles y portugueses abrían brechas contra la miseria en la larga noche de las dictaduras.
Muchos de aquellos pasos abiertos por los contrabandistas todavía hoy se mantienen como caminos rurales. Y se utilizan. Algunos incluso reconvertidos en paseos turísticos. La policía los ha cerrado ahora.
Ni los más viejos habían vivido esta separación. Por eso, en estos días, es especialmente importante el trabajo de Antonio Reinas.
Antonio es el fundador de "Radio Fronteira", una emisora enclavada en la lusa Vilar Formoso, el límite entre España y Portugal, que cuenta a diario "cómo suena la vida" en La Raya.
"Bom dia, buenos días", saluda Antonio. Su lema, "la frontera que nos une".