El cierre de colegios, institutos y universidades para limitar los contagios del coronavirus ha obligado también a repensar en cuestión de horas la forma en la que se da la educación y, a familias y docentes, a tirar de ingenio para que las semanas de cuarentena no sean semanas perdidas de aprendizaje.
"No son unas vacaciones", nos repiten continuamente las autoridades, para que la población sea estricta en su confinamiento y en el cumplimiento de las medidas necesarias para contener al virus, pero también porque la actividad educativa no desaparece, sino que se muda de lo presencial a lo "online".
Pero las 24 horas de cada día de cuarentena van mucho más allá de las necesarias para que niños y jóvenes cumplan con el "planning" que les envían sus profesores y cualquier invento vale para que el tiempo no pase tan despacio: rescatar juguetes a los que no habían prestado demasiada atención hasta ahora, preparar bizcochos en familia y hasta partidos de fútbol improvisados en el pasillo de casa.
Sara Gil es una de esas madres de familia numerosa que ahora se las tiene que ingeniar para que sus tres hijas -de 11, 9 y 8 años- mantengan más o menos la disciplina de la escuela -dedican dos horas por la mañana y otras dos por la tarde a hacer la tarea-, con la "suerte" de que tanto a ella como a Víctor, su marido, sus empresas les han mandado a casa temporalmente y pueden hacerse cargo de las pequeñas.
Explica telefónicamente a EFE que, de momento, tienen muchos recursos para pasar el tiempo y que, al estar las niñas aún en Primaria, pueden ayudarles con la escuela online sin problemas.
En su caso, su colegio, el Río Ebro de Zaragoza, les envía un plan semanal para cada curso, la comunicación funciona de manera fluida y les está motivando, por ejemplo con unos retos propuestos por el profesor de Educación Física que han enganchado a las pequeñas, como ensayar malabares o una canción para bailar.
Por su parte, Alfonso, padre de dos hijos de 14 y 6 años que para más complicación cambiaron de colegio solo tres días antes del cierre, indica que lo están sabiendo llevar, al menos por el momento.
Él también está en casa estos días al ser un transportista autónomo dedicado sobre todo al material de obra, un sector completamente paralizado estos días, y se encarga de que sus hijos mantengan la rutina mientras su mujer, Elena, teletrabaja desde casa.
Con el más pequeño lo tienen más fácil, subraya, ya que "termina pronto" la tarea, mientras que el mayor tiene que pasar más horas frente al ordenador.
En su caso, funcionan mediante videoconferencia y con una aplicación para los padres, que de forma solidaria le envían mediante fotografías las páginas de los libros, dado que con el cierre de las librerías tampoco han tenido tiempo de acceder a ellos.
En la Universidad, las herramientas alternativas son múltiples, indica Sara Navarro, estudiante de primero de Medicina. Diapositivas en la red con audios explicativos, clases online a través de la aplicación Google Meet y distintos tipos de ejercicios son las alternativas al cierre físico de las aulas en su caso.
Su principal preocupación, y la de sus compañeros, es que los exámenes que ya seguro que no van a poder hacer durante el estado de alarma se les acumulen, así como las horas de prácticas, pero por el momento mantiene la rutina de estudio como si de jornadas lectivas se tratase.
Desde la otra cara de la moneda, la del profesorado, la visión es bien distinta y hay algunos que hablan abiertamente de "caos" y de imprecisión y contradicciones en las instrucciones de la Administración, como Rocío Melendo, profesora de Filosofía del IES Tiempos Modernos de Zaragoza.
Además de la mayor carga laboral que supone la adaptación de todos los contenidos y materiales, lamenta la difícil coordinación, que no se estén respetando los diferentes ritmos que llevan los grupos y la brecha digital, ya que todavía hay familias que no tienen acceso a Internet -Melendo tiene tres alumnos en esta situación en cada uno de los cursos de Bachillerato a los que da clase-.
Pero los que peor lo están pasando son los alumnos de segundo de Bachillerato, que deberán enfrentarse a una selectividad aplazada "sine die" y están "cagados" y sufriendo "ansiedad".
Ante este panorama, ha optado también por las nuevas tecnologías -ha creado un foro, ha planteado vídeos para resolver dudas- y ha apostado por una comunicación más directa a través de Instagram, que es la red que su alumnado usa con normalidad.
Su cuenta de Instagram (@LaDeFilo), que lleva usando habitualmente desde mucho antes de la pandemia, no solo le sirve para transmitir a su alumnado los contenidos docentes, sino también para informarles de la evolución de la crisis del coronavirus, hacer llamamientos a la calma o difundir las recomendaciones de salud pública.
Desde otro instituto zaragozano, una profesora de Matemáticas y miembro del equipo directivo, que prefiere no dar su nombre, también habla de "improvisación" y de que se ha ido actuando "un poco sobre la marcha", aunque entiende que la situación era inédita y ha venido cambiando constantemente.
Vía email y grupo de whatsapp les ha hecho llegar a sus alumnos de segundo de Bachillerato los contenidos, ejercicios resueltos o enlaces a vídeos del bloque de estadística y probabilidad, que debían empezar justo ahora.
Esta docente reconoce que, si ya tenía dificultades para que los pupilos llevaran las cosas al día, estas ahora se han incrementado considerablemente.
Como secretaria de su instituto, y al vivir a pocos minutos del centro, ha optado por trabajar presencialmente, entre otras cuestiones en la gestión de las cancelaciones de los intercambios y viajes de estudios previstos para este final de curso y que ya no se van a realizar.
Desde la Educación Infantil, otra maestra de una escuela rural mediana que tampoco quiere dar su nombre cuenta que están trabajando a través de una aplicación llamada TokApp que no está resultando del todo efectiva porque está demostrando una capacidad de carga de archivos muy limitada.
Esta docente, que tuvo que acudir el lunes al centro para recoger todo el material, ha dejado un "planning" de dos semanas con más o menos lo mismo que hacen en clase, con orientaciones para los padres.
Lo más difícil será la evaluación al no ver a los pequeños realizar la tarea "in situ", reconoce esta profesora, que coincide con sus compañeras en que las medidas se han ido comunicando "sobre la marcha" y que el número de horas trabajadas estos días está siendo "muchísimo" mayor a las de una semana normal.