Cuando la democracia se ve amenazada, como es el caso, la equidistancia resulta un posicionamiento intelectual y éticamente difícil de justificar. Quien calla ante una injusticia flagrante es cómplice de esa injusticia. Inhibirse cuando Vox se manifiesta en un centro de niños para ensuciar su imagen diciendo que son una amenaza, es tragar con ruedas de molino. Mantener el silencio cuando Vox niega la violencia de género es posicionarse del lado de los maltratadores y asesinos. No denunciar el bárbaro comportamiento de Vox cuando, como en Valencia, se niega a condenar el holocausto porque en esa declaración implícitamente se condena también la homofobia es dar apoyo a un partido claramente fascista.
En su magnífica obra Historia del Siglo XX, Eric Hobsbawn consideró que el fascismo nunca fue una panoplia de valores, ideas y programas, sino una pandemia social de odio que se justificaba a través de valores, ideas y programas, que nunca habría triunfado sin el apoyo de quienes se inhibieron ante el ataque autoritario a la democracia alemana como así lo hizo el partido democristiano, lo que posibilitó el ascenso de Hitler.
Cuando los cimientos mismos de una democracia, por muy imperfecta que esta sea, se ven amenazados por quienes quieren acaparar los derechos y los recursos de la inmensa mayoría, todos aquellos que defienden esa democracia, es decir, el derecho a mejorar colectivamente a través de valores de justicia y equidad, se convierten en antifascistas.
Para ser antifascista no es condición necesaria pertenecer a ninguna vanguardia de iluminados, basta con no ceder el poder que cada uno tiene como ciudadano o ciudadana, ante la brutalidad perpetuada a través de una inercia de odio y destrucción. Antifascista es quien denuncia a un maltratador. Antifascista es quien, como diría Pedro Castilla, acoge, se posiciona, se solidariza con los que han sido arrojados a la nación de los excluidos. Antifascista es quien lucha para conseguir derechos para todos y todas en lugar de acumular privilegios.
Lo que PP y Ciudadanos están cediendo a Vox, se traduce en una pérdida de derechos colectivos e individuales y su responsabilidad será similar a la de aquellos democristianos que fueron devorados por una serpiente que muchos creían muerta.
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