Andalucía suena a flamenco

Publicado: 21/01/2020
Turismo Andaluz convierte al flamenco en uno de los ejes de la promoción turística andaluza en la Feria Internacional de Turismo Fitur 2020
El quejío de una garganta quebrada por el tiempo se ha convertido con el paso de la historia en identidad del pueblo andaluz, al igual que unas palmas a compás y el manejo de la bata de cola. Muchos han sido los elementos que han sumado a que Andalucía pueda presumir, hoy por hoy, en sostener el mayor peso del arte jondo en el mundo. Sus barrios históricos, sus casas cantaoras, instituciones, peñas flamencas, festivales, congresos… sus nombres propios. Todo ello es capaz de provocar que Andalucía suene a flamenco.

Andalucía suena a flamenco El misterio ha sido una condición habitual en este arte, ya que el flamenco no consiguió extenderse como cultura desarrollada (relativamente) hasta finales del siglo XIX cuando Antonio Machado Álvarez, conocido por Demófilo, publica en 1882 Colección de Cantes Flamencos.

Eso sí, desde que se tiene constancia de esta música, y como muchos investigadores de la materia aseguran, el pueblo gitano ha sido fundamental desde los albores hasta el momento, además de focalizar en el valle del Guadalquivir los iniciales testimonios. Y es que el flamenco es una forma de vivir, un espíritu, una filosofía, un sentimiento… un sonido que marca el compás de los días de Andalucía. 

Aunque existan focos muy concretos en los que el flamenco pervive en esencia como en el conocido triángulo Sevilla-Jerez-Cádiz, en las ocho provincias de la región han existido y existen estructuras culturales en torno al cante, al baile y al toque.  Además, Andalucía ha mantenido una interconexión entre disciplinas como la música, las letras o la pintura con el flamenco.

Cádiz es la ventana al mundo, bahía salinera que ha sabido recibir y acoger. Desde la época del Planeta, primer cantaor del que se tienen referencias históricas, su flamenco se ha visto marcado por las influencias latinoamericanas. Sin perder esa profundidad en los cantes primitivos como la seguiriya o la soleá, los artistas han ido creando un lenguaje irónico con sus tanguillos y alegrías. Desde Enrique El Mellizo hasta Chano Lobato, pasando por Juan Villar o Mariana Cornejo, son numerosos los nombres que han aportado personalidad a la historia del flamenco. Sus calles y plazas siguen respirando ingenio hasta la actualidad motivo por el cual el gaditano David Palomar mantiene abierta las puertas de su Espacio Creativo Flamenco. El barrio La Viña y Santa María han sido los núcleos durante décadas para la explosión de la fiesta. El Concurso Nacional de Baile por Alegrías organizado por la Peña La Perla de Cádiz no es más que la prueba del amor que esta capital dedica a lo suyo. 

Pero esta provincia no sólo tiene su presencia en el flamenco desde la capital, sino que cada punto ha aportado su particular visión a la historia. Desde Algeciras, con Paco de Lucía, hasta El Puerto de Santa María, pasando por San Fernando con Camarón de la Isla o por Jerez con Paco Cepero o José Mercé. Son tantos los artistas que esta zona ha dado que sería prácticamente imposible enumerarlos a todos. 

En este sentido, es justo resaltar a la localidad de Jerez de la Frontera, por el imprescindible papel que ha jugado en cada etapa siendo, en la actualidad, uno de los núcleos con más actividad y aportación cotidiana. Y una de las claves para comprobar la grandeza de esta ciudad es la proliferación de artistas a través de la tradición oral, es decir, de generación en generación. Los barrios de Santiago y San Miguel, también en su momento La Albarizuela, son centros diarios de encuentros cargados de espontaneidad. 

Hay que pasear por Jerez para comprobar que el aire marca el tempo casi a compás de bulería. Aquí, amén de lo meramente popular que puede comprobarse en cualquier festividad del año (Semana Santa con la saeta, Navidad con sus zambombas o Feria del Caballo con las bulerías) el amante de esta cultura puede empaparse de información en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, que posee el mayor archivo del género en el mundo.

Sigue aportando nombres importantes a la nómina de artistas andaluces como Jesús Méndez, María Terremoto o Lela Soto Sordera que beben de la fuente de Manuel Torre, Don Antonio Chacón, Fernando Terremoto, Tío Borrico, Agujetas o Juan Moneo El Torta; y se inspiran en las notas de las guitarras de la familia Morao o de Parrilla, para que baile Antonio El Pipa, María del Mar Moreno o Joaquín Grilo.

Cada año por el mes de febrero la tierra que vio nacer a Lola Flores recibe miles de cursillistas de más de cuarenta países distintos para participar en el Festival de Jerez, muestra internacional de flamenco que ha conseguido situarse entre los más laureados de cuantos se celebran, con más de medio centenar de espectáculos en distintos espacios. En verano la actividad se multiplica con los Viernes Flamencos y la Fiesta de la Bulería, dos certámenes que sigue apostando por la defensa de los nuevos valores, así como de las figuras de siempre. 



Siguiendo por las vías del tren, y antes de llegar a Sevilla, hay que hacer parada en las tierras de Lebrija, Utrera y Morón. Estos tres pueblos han sabido mantener hasta la actualidad su pasión por el flamenco más auténtico. Guardan las formas y maneras estéticas, sin alejarse de la memoria colectiva que ha supuesto el devenir de tres buenas aficiones.

La familia de los Pininis entre Utrera y Lebrija, con Fernanda y Bernarda, Pepa de Benito, Inés Bacán o el insigne Juan Peña El Lebrijano, han llevado el timón siempre a buen puerto en la firme tarea de engrandecer desde sus perspectivas el cante congénito. Ahí sigue el pianista lebrijano Dorantes, en su universo creador con el sabor de su gente.

En Utrera hay que pararse para rememorar noches de arte con Bambino, Curro de Utrera, Perrate o Enrique Montoya. Aquí nace una etapa nueva para el flamenco con el Potaje Gitano de Utrera, el decano de los festivales de verano, un formato novedoso en 1957 que perdura hasta nuestros días. 

En Lebrija se creó un festival semejante con el nombre de Caracolá que cumple en 2020 su 55 edición. En Morón celebran cada año el Gazpacho Andaluz, desde 1963, en el que se pone de manifiesto la grandeza del toque de guitarra llevado a la gloria de los sentidos desde Diego del Gastor, pasando por Diego, Paco o Dani de Morón. Otras localidades como la Puebla de Cazalla o Marchena contribuyen sustancialmente a la dignificación de lo jondo desde tiempo remotos. 

Sevilla ha marcado distintas épocas en el siglo XX, siendo el gran trampolín para los artistas del momento. De Sevilla a Madrid, se decía por entonces. Sus distintos Cafés Cantantes albergaban cada día los espectáculos en los que participaban artistas como el  catedrático cantaor Silverio Franconetti o Pastora Pavón Niña de los Peines, reconocida por muchos como la mejor cantaora de todos los tiempos.

Indudablemente hay dos nombres que marcan otra de las épocas del cante en esta provincia, como son Antonio Mairena y Manolo Caracol, quienes crearon dos líneas expresivas bien definidas que han servido de ejemplo para presentes generaciones. El barrio de Triana forma parte del gran horizonte flamenco de la capital andaluza, siendo hasta hoy día un lugar romántico en el que recordar las sagas gitanas de los Caganchos o los Pelaos, nombres que dieron majestuosidad a este arrabal sevillano en una época pasada. Todavía se pueden escuchar unos tangos trianeros en boca de Esperanza Fernández o una soleá brillante de José de la Tomasa, rindiendo honores a la inconmensurable escuela sevillana. 



En la calle Pureza se encuentra desde 1996 la Fundación Cristina Heeren llevando a gala objetivos como la “promoción, la enseñanza y la conservación del flamenco tanto en Andalucía y España, como internacionalmente”. Por este mágico lugar, repleto de juventud y futuro, más de seis mil alumnos han llegado, de distintas partes del mundo, para aprender a valorar la grandeza del flamenco gracias a maestros como Juan José Amador, cantaor trianero de pies a cabeza. 

¡Y cómo no! Cada dos años por el mes de septiembre, y desde 1979,vuelve a tomar vida la Bienal de Flamenco que superó en su última edición  los 40 mil espectadores. 

El baile en Sevilla llega a reflejar el esplendor de su Giralda, con las “manos como palomas” de Matilde Coral, la raza de Farruco y familia, la gitanería de Manuela Carrasco o el tan creativo Israel Galván.

Tras el paseo por este triángulo flamenco, hay que destacar la aportación que la provincia de Huelva supone para esta cultura. Lugar en el que el fandango adquiere su máxima expresión en riqueza musical y variantes. Pueden considerarse los fandangos alosneros una banda sonora de nuestra Andalucía. Al igual que ocurría en Cádiz con los negocios de ultramar y las influencias sudamericanas, en Huelva aparecieron nuevos sones conocidos en este mundo por los cantes de ida y vuelta, entre los que están las colombianas, la guajira o las milongas.  Son varios los nombres que han destacado en las últimas décadas como el propio Paco Toronjo o los guitarristas Manolo de Huelva o El Niño Miguel. Actualmente siguen en activo y sumando líneas doradas al flamenco onubense el cantaor Arcángel o las cantaoras Rocío Márquez y Argentina. Por sumar otro dato, este 2019 el Ayuntamiento ha puesto en pie el IV Festival Flamenco Ciudad de Huelva, con seis jornadas cargadas del mejor nivel. 

Bañada por el Mediterráneo se encuentra una Málaga activa y con ganas de más. Esta tierra que acaba de rendir honores a una de sus artistas más grandes y veteranas como es La Cañeta, sigue soñando con que su Bienal de Arte Flamenco de Málaga se instale definitivamente en los programas culturales tanto de los malagueños como de los visitantes.  Esta provincia levanta su árbol flamenco desde los cantes de Juan Breva y la Repompa de Málaga hasta la actualidad, basando su grandeza en las distintas aportaciones que los ilustres del cante han sumado a este estilo autóctono. De este tronco crecen los verdiales, las rondeñas o jaberas, cuyo ritmo define la personalidad abierta y acogedora de esta provincia.  Durante el verano son muchas las localidades y pueblos que celebran sus festivales que aúnan afición y compromiso.   

Córdoba vio nacer a la última Llave de Oro del Cante. El maestro Fosforito, de Puente Genil, sigue estando más radiante por día en sabiduría y saber estar, abanderando la causa flamenca de la provincia. Las flores parecen estar bailando por soleá a Manuel Moreno Maya El Pele, sus calles se engalanan ante la alegría de sus gentes que saben valorar el arte, el color y la pasión de Andalucía.

En 2019 el Concurso Internacional de Arte Flamenco de Córdoba ha cumplido su 22 edición, con carácter trienal desde su nacimiento en 1956. En su primera edición el ganador absoluto fue un por entonces joven Fosforito. Este certamen ha sido fundamental para entender la actualidad del flamenco mundial, pues los ganadores han contado con el respeto y el prestigio de sus premios para llegar a las más altas esferas. Antonio Mairena (también Llave de Oro del Cante), Fernanda y Bernarda de Utrera o El Cabrero son alguno de los históricos participantes que hoy invitan en el recuerdo a las nuevas promesas a luchar por llegar a la cima. 

Almería es el enlace andaluz con los cantes del levante como la minera, la taranta o cartagenera. Pueden vanagloriarse los almerienses de mantener la llama viva con el Festival de Flamenco y Danza de Almería que supera el medio siglo de vida. La guitarra de Tomatito acapara la sensibilidad de una tierra de cine. 

Ocurre algo similar en Jaén con sus distintos festivales de verano, así como con el Festival Internacional de Flamenco que crece cada año paulatinamente, mientras se defiende los sonidos autóctonos de la serrana, la taranta o la gañana. 

Otra de las tierras fundamentales en la industria flamenca es Granada por su tradición en sus cuevas gitanas del Sacromonte, así como por los intérpretes y creadores de la ciudad de la Alhambra. Desde un Enrique Morente, ortodoxo y rompedor a la vez, hasta Marina Heredia, recipiendaria del sabor del Albaicín.  Bailaores como Manolete o al actual Manuel Liñán, o guitarristas de la familia Habichuela han dado visibilidad en el mundo a esta tierra. Aquí se origina en 1949 la Peña Flamenca La Platería, un movimiento que perdura hasta nuestros días y que sigue respirando con fuerza programando actividades de gran nivel en cualquiera de las 330 que existen a lo largo y ancho de la región. 



Es un apartado importante el de las peñas ya que son lugares de reunión en los que se habla, comenta, disfruta y vive el flamenco como en pocos foros. Sus recitales y encuentros atesoran solera y son las que mantienen el pulso diario durante el año. La Peña Juan Breva de Málaga (1959), la Peña Los Cernícalos en Jerez (1969) y la Sociedad del Cante Grande de Algeciras (1970) datan como las más antiguas de la región. 

Andalucía es la tierra soñada por muchos porque su flamenco es genuino y popular, siendo una de sus riquezas fundamentales como son sus playas, sus monumentos o su gastronomía. Hay que pasear por Andalucía para saber cómo suena el flamenco.  



 



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