El Loco de la salina

¿Qué está pasando?

Ya se habrán dado cuenta, pero el verdadero peligro está llegando ahora en forma de patinete y de gente con ganas de velocidad.

Publicado: 20/01/2020 ·
14:08
· Actualizado: 20/01/2020 · 14:08
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Estamos viviendo en este siglo una racha que no es normal. Incluso en el manicomio notamos que algo está cambiando. ¿Qué está pasando? No sé por qué, pero un silencio sepulcral invade calles y plazas sin que nadie haga nada por remediarlo. En teoría el silencio, después de Hacienda, es uno de los peores enemigos del ser humano, a pesar de que muchos suspiran por disfrutarlo de vez en cuando. Aquí en el manicomio solamente se escuchan los lamentos de algún loco que lo llevan a donde no quiere ir por la cantidad de tonterías que salen de vez en cuando por su boca. Sin embargo parece que se lo llevan para que no perturbe el silencio reinante. Creo que una de las principales causas de tanto silencio es el móvil. El personal ha renunciado a hablar y prefiere el tecleo. Se ve a la gente tan concentrada en la pequeña pantalla, que ya ni siente ni padece; como los muertos, en el cementerio que ya hace tiempo es La Isla. Silencio total. Incluso algunos van andando y se pegan contra las farolas porque la vista tiene sus limitaciones y no se puede estar en misa y repicando. Otros van hablando solos consigo mismos. En fin, es la generación callada que nos ha tocado vivir y sufrir.

Dicen que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Pero, aunque a veces el silencio es apetecible, se puede decir que es el gran aliado del peligro. Ya se habrán dado cuenta, pero el verdadero peligro está llegando ahora en forma de patinete y de gente con ganas de velocidad. Se ve venir, pero esto no ha hecho más que empezar. Nuestros tobillos no están preparados para este invento y viven en continuo riesgo sin comerlo ni beberlo. Algunos, enganchados a lo que llaman progreso, surgen de la nada y llegan como balas subidos en esas pequeñas y diabólicas plataformas pasando a la vera de uno con una velocidad que espanta al más pintado. Son invisibles hasta que nos rozan como advirtiendo lo que nos puede caer encima. Antiguamente nos asustábamos con el rugido de los motores y soñábamos con el día en que esos rugidos irían a menos. Tanto han ido a menos que ya no se escuchan, excepto el tranvía en pruebas. Hay que sacar urgentemente una normativa municipal que regule el tránsito de los dichosos patinetes. Pero, como las cosas de palacio van despacio, cuando saquen esa normativa, La Isla se ha llenado de cojos y lisiados. Y entre la cosa de no meter el pie en las vías del tranvía para no tener que ir hasta Cádiz para sacarlo, y los patinetes, va uno por la calle asustado y deseando llegar al manicomio para darles las gracias a todos los santos del cielo por haber llegado con los dos pies enteros.

Algún día esos peligrosos patinetes serán sustituidos por otros inventos que traerán a su vez nuevos peligros. Todo tiene su fin. Por cierto, hablando de fin, el otro día me llamó la atención el cartelito que está en el Parque de los patos junto al Pabellón Deportivo. Dice textualmente: “PASEO VIRGEN DEL BUEN FIN”. Yo no sabía que había una Virgen encargada del Buen Fin. Pues a ver si la Virgen les da un empujoncito a las eternas obras que hay allí y las acaban buenamente de una vez, que ya va siendo hora.

Ah, una solución para los patinetes es obligar a sus usuarios a que hagan algún ruido para que se les vea venir y no tengamos que acordarnos de las castas de papá.

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