El pasado martes Huelva se tiñó de negro al despertar con una enorme tragedia en el barrio de La Hispanidad. Un incendio en un cuarto piso se llevó la vida de dos de los once miembros que residían en dicha vivienda. La rabia ante el dolor de lo ocurrido despertó sin avisar desplegando la indignación en esa búsqueda constante de lograr culpables inmediatos para descargar la ira, que como siempre, cuando no se orienta con sensatez, sólo crea mayor desesperación.
Los medios enloquecieron, como suele ocurrir ante noticias de estas características, creando más desorientaciones y ‘barullos informativos’ de titulares contradictorios. Los vecinos, ya confusos e indignados se resienten ante la catarsis vivida en la pasada madrugada y centran su atención en una pasarela que en teoría dificultó la entrada de los servicios de atención tanto sanitario como de bomberos, algo que ellos mismos desmienten.
Ante ello, se crean varios frentes abiertos de verdades incompletas y mentiras contagiosas a merced del propio morbo, en el que la desolada familia de ‘los once’, mientras tanto, seguía con su particular y agónico duelo. Huelva siempre ha sido de gatillo rápido y explosivo; con corazones pequeños, como diría mi madre. El onubense solidario aparece al rescate desde el minuto uno y desde múltiples frentes. Las redes sociales, que en estos últimos tiempos "todo lo pueden", se movilizan para dotar a la familia de las necesidades más básicas a través de la Asociación de Vecinos del barrio. Impresiona la rapidez de la caridad humana, sorprende la pronta atención del ciudadano: efímero, pero eficaz en estos instantes. El Ayuntamiento asume su lugar y dota de un techo a los damnificados, que aún esperan la recuperación de dos de sus miembros, un bebé de días y su abuela de 50 años, madre de los dos fallecidos. Desde alguna cocina se le preparan las distintas comidas diarias, y grupos y artistas solidarios organizan una gala recaudatoria para la ocasión, qué bien lo merece. Todo ocurre en un corto plazo de tiempo, en el que la vida ser marcha y se regenera casi sin tomar conciencia.
Lo demás, un circo de ‘aguilillas’, de mercadeo informativo, de carroñeros y supuestos influencers sociales que predican con ejemplos de pantalla, vendiendo las miserias al mejor postor a costa de las desgracias ajenas, donde cada ‘me gusta’ sabe amargo, y que sin ellos, nada se hubiese logrado. El barrio de La Hispanidad, mi humilde y olvidado barrio, hoy sigue herido... pero jamás le hizo falta mercaderes de ilusiones ni vendedores de tragedias para solventar las adversidades diarias... Eso sí, en estos días de dolor, por primera vez y a pesar de las razones, se siente querido. Gracias a toda Huelva.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es
