El gobierno de coalición de PP y Cs ha alcanzado su punto óptimo de entendimiento entre ambas fuerzas políticas. Con el apoyo esencial de Vox, avanzan en su gestión y ya se aprestan a aprobar sus segundos presupuestos de este mandato. Unas cuentas con las que podrán desplegar algunos de sus principales postulados con más holgura y menos condicionantes. O, al menos, eso es lo que pretenden. Pero lo que es ya un hecho incuestionable es que estamos ante un Ejecutivo que se presenta como un solo bloque, a pesar de estar constituido por dos partidos diferentes, y encabezado por su presidente, Juan Manuel Moreno empeñado como está en labrarse su propio perfil de moderado y centrado más, si cabe, que su presidente, Pablo Casado. De la dura tarea del trabajo doméstico se encarga su principal guardián, Elías Bendodo, el consejero de la Presidencia, quien se basta a sí mismo para acaparar todos los focos de la atención política salvaguardando a Moreno del desagradable efecto del desgaste inherente siempre en el ejercicio del poder.
Por no haber, ni siquiera hay fisuras en ese equipo. Todo marcha como la seda, hasta el punto de que existe sintonía total, tanta que ni siquiera es posible distinguir en el consejo de gobierno quién es de un partido u otro, conforme a confesión del mismo Bendodo. Claro que dicha confluencia puede que entre en colisión con la necesidad imperiosa de sus socios de gobierno que se encuentran muy necesitados de un impulso que amortigüe la deriva perniciosa en la que han entrado a consecuencia de los vaivenes de su líder, Albert Rivera. De modo que puede que tanta armonía y paz se torne en un ambiente distinto que contribuya a rentabilizar su presencia en el gobierno andaluz. Evitar, con ello, verse fagocitados por sus aliados, los populares, más hábiles y experimentados a la hora de acaparar méritos y protagonismos.
La experiencia con los gobiernos de coalición en Andalucía nos indica que hay que esperar tirones, golpes de efectos, movimientos, en definitiva, tendentes a marcar el territorio propio. Se desconoce si será ése el siguiente capítulo. Hasta ahora lo que se observa es paz. Ya veremos si las apreturas electorales alteran, aunque sea mínimamente, el estanque de felicidad en el que se desenvuelven.
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