Es fiesta local, es el día de Jerez y es el día en el que lo cristianos jerezanos lo celebran, como es lógico, con un Tedeum de acción de gracias en el principal templo de la ciudad, su catedral. Y se lleva el Pendón y asiste el Ayuntamiento bajo mazas en un procesión cívico-religiosa para conmemorar que desde hace siglos Jerez dejó de ser territorio musulmán para ser una ciudad cristiana, para ser parte de la civilización que lleva la Cruz y el Crucifijo por bandera, la que defiende la vida humana desde el mismo instante de la concepción, la que cree en el poder de Dios y no en el de los hombres.
Esa es la civilización que está en Jerez desde hace muchos siglos, concretamente desde un 9 de octubre, festividad de San Dionisio y la que paradójicamente desde ciertos sectores políticos, por un lado se festeja, se participa en sus solemnidades y se apoya, dado el número de votos que genera y por otro se postula en contra de sus principios más fundamentales, se intenta quitar sus símbolos de lo público sin contar con las creencias mayoritarias, porque eso vende políticamente.
Es la paradoja de la sociedad que vivimos, bodas por la iglesia, pero sin que me identifiquen con ella; primeras comuniones para mis hijos, pero sus clases sin Crucifijos, guerras campales por entrar en un colegio religioso, pero las clases de religión es una comedura de coco; contrarios al clero de toda la vida pero a su muerte esquela con cruz y responso en la capilla, por si acaso; la iglesia que no opine sobre temas que no son de su incumbencia pero políticos hablando de cómo se tiene que dar la Comunión o de qué pinta un cura o un obispo en una manifestación.
También podríamos hablar de quienes predican una cosa y hacen otra, de quienes también participan en procesiones y actos religiosos pero su vida no es un ejemplo a seguir, porque en las grandes masas hay de todo, pero el análisis tiene que basarse en la generalidad y hoy desgraciadamente, vivimos en un relativismo en el que todo vale siempre que beneficia mis intereses particulares y más si estos intereses suponen parcelas de poder.
Es la paradoja que se dio ayer con la celebración del aniversario de la incorporación a los dominios cristianos. Pero, como siempre, eso hay que callarlo, mejor hablamos de otras paradojas de Jerez, como que existan calles de Bizcocheros, Caldereros, Carpinterias Altas y Bajas, Tornerías, Molineros o Arboledilla; sin bizcochos, sin calderas, sin carpinteros, sin torneros, sin molinos y sin árboles; o la paradoja que médicos conocidos llevaran apellidos como Dañino o de la Rabia, o que en la calle Descalzos uno de sus comercios más conocidos sea de zapatos.
Seguro que a los políticos le interesa más que hablemos de estas cosas y no de sus incongruencias, por eso yo me quedo hoy con otra paradoja de Jerez, que ayer, también, tuvo su protagonismo, con el bar La Moderna, que es más que un bar y es mucho más moderno de lo que aparenta y mucho más antiguo de lo que su nombre indica, porque allí se mezcla todo, lo antiguo y lo nuevo, el Jerez de ayer y el de hoy, sus progres y sus clásicos. Por eso ayer se mereció el premio a la promoción de la ciudad, que, en definitiva, es, entre otros méritos, el premio a la gran paradoja de Jerez.
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