Los microenjambres machistas y violentos están causando verdaderas laceraciones en la conformación de los valores éticos en los sectores poblaciones más jóvenes, que deben crecer de forma positiva. Esa oleada permanente de agresiones sexuales y de asesinatos muestra la fragilidad de un país condenado a la violación de los derechos de las mujeres y a la aparente invulnerabilidad de los seres repugnantes que confunden “virilidad” con tiranía, “hombría” con cobardía, “masculinidad” con depravación. Que el resto nos sumemos a todas las manifestaciones, diurnas y nocturnas, o a cualquier otra acción centrada en la igualdad, es nuestra obligación civil, social y moral. Es simplemente lo necesario. A mí lo que me escuece es que en esa histórica división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) no les hierva a sus responsables, como mínimo, la sangre. Porque es precisamente ésta última la que es derramada con nombre de mujer o de personas menores. Me cabrea que alguna representación política que parece que ha salido del alcantarillado más profundo del dislate diga que la “violencia no tiene género”. A esos/as les digo que no tienen ni la mínima idea en formación ni básica ni especializada y que incumplen sus responsabilidades desde sus cargos, les recuerdo que lo que llaman con cierta ironía “ideología de género” es transversal, vinculante y de obligado cumplimiento. Seguro que si se les pregunta a esta chupipandi por el “mainstreaming” pueden llegar a responder que es un nuevo videojuego, una marca de champú o una de esas imposibles tapas con nitrógeno líquido que degustan en restaurantes de alto copete. Me entristece que no se estén diseñando verdaderas estrategias de información, sensibilización, concienciación y especialización que sean ejecutadas y evaluadas, y cuyos resultados busquen la eficacia y eficiencia en las actuaciones socioeducativas e ideológicas que nos permitan “evolucionar” como un Estado que garantiza derechos, deberes y libertades sin excepciones. Construyamos proyectos que no se centren en hacer monolitos conmemorativos, pines, cartelería temporal, actividades estériles a las que se les pone el apellido “con perspectiva de género” o simplemente no sepan hacer ni la “o” con un “canuto”. O si hacen algo es para obstaculizar, criticar, malgastar o jugar al “Candy Crush”. A nuestro país no le falta ni un perejil. Tenemos a quienes cuando hablan sube el pan… y su discurso parece fruto de una ingesta de “carne mechada con atún” con sus correspondientes intoxicaciones. Sería mejor que cobren por estar en silencio… por lo menos, el resto podríamos conservar la salud integral. Y lo que me entristece profundamente es que España tenga cada vez más víctimas a las que nada ni nadie les podrá compensar tanto dolor por lo que han padecido. Las cifras son espantosas, los efectos devastadores… Por cada mujer asesinada, hay familias y amistades que también se les ha amputado parte de su existencia. Cada niña/o que ha tenido una vivencia de maltrato y/o un final trágico, provoca un sufrimiento desgarrador e indescriptible. Esto es una verdadera vergüenza. Avanzar en Humanismo es eliminar los movimientos que propician las expresiones de las violencias, es no darle ni un voto a partidos ultraderechistas ni a sus eslabones, es cambiar y apuntalar mejor los marcos legislativos para que no queden impunes los criminales ni los violadores, es retirar de la trayectoria judicial o de otras disciplinas relevantes a quienes culpabilicen o desprotejan a las verdaderas víctimas, expongan comentarios ofensivos o incluso exculpen de una u otra forma a los agresores… Y es en Huelva, Tú, Yo, Nosotras/os, Vosotras/os, Ellas/os… seamos no sólo Marea Violeta sino Tierra de Eutopía y Esperanza.
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