Los okupas se adueñan de bungalós del complejo hotelero de Bahía Sur

Publicado: 22/09/2019
Algunos de ellos pertenecen a los bancos que se cobraron las hipotecas aunque la okupación no distingue de propiedades y las autoridades no logran desalojarlos.
Si las cosas pueden empeorar, empeoran. Si las causas son una serie de acciones y omisiones que desde el principio se ve que están llamadas a provocar el caos, entonces ya existe base suficiente para sentarse a esperar cómo caen los primeros ladrillos del edificio y finalmente, los muros.

En los bungalós de Bahía Sur hay okupas, con ka para que no haya otras interpretaciones. Han tenido que actuar tanto la Policía Local como la Policía Nacional, pero en un país en el que el que ocupa una propiedad ajena está más defendido que el propietario de la misma, se han limitado a hacer lo poco que les deja hacer la Ley. Esto es, esperar a todos los trámites.

El hecho de que haya okupas en unos apartamentos hoteleros ya es de por sí curioso, pero algunos se amparan en que son de los bancos -al menos tres de los ocupados- aunque otros son de particulares que invirtieron en un negocio en el que sólo ganó uno.

Las consecuencias para los operadores que están en el complejo legalmente y con todos los parabienes de Turismo son demoledoras.

Junto a los turistas que van buscando el relajamiento vacaciones y actúan en función de donde están, hay otras personas que actúan como si estuvieran en sus casas, donde es una obviedad que se actúa de forma distinta, dicho sea para no relatar comportamientos de unos y otros.

A los okupas se suman los clientes de otras operadoras que no tienen los mismos escrúpulos a la hora de administrar sus propiedades que los operadores profesionales con un amplio currículo hotelero, que saben perfectamente qué se les puede ir de las manos.

Las situaciones que se han estado viviendo en las áreas comunes y de recreo, por ejemplo en la piscina este verano, no son las más propicias para que la opinión de los clientes estacionales hagan comentarios en web dedicadas a crear una buena o mala fama de los establecimientos hoteleros.

Y por si todavía faltara algo, este periódico ha podido saber de fuentes de absoluta solvencia para nosotros -por la actividad a la que se dedica y la seriedad de sus responsables- de que se dan casos de ocupaciones en las que el banco propietario establece un alquiler social para los okupas. Es sin embargo un aspecto que este periódico no ha podido contrastar por el derecho que asiste a la identidad de las personas.

O sea, aquello comienza a convertirse en todo lo que no debería de ser, o a terminar de convertirse porque es de sobra conocido que los apartamentos casi en su totalidad están ocupados -en este caso previa compra- por familias estables desde principios de 2004.

Es la famosa barriada de alto estanding de Bahía Sur contra la que las autoridades locales no han podido o no han querido tomar medidas ante el conflicto social al que se enfrentan. O como decía un concejal entonces con funciones de gobierno y responsable de la situación: - “Eso es un todo bravo que no hay quien lo toree”.

La esperada Ley de Arrendamientos Turísticos de la Junta de Andalucía que debía llegar para solucionar los problemas, en el caso de Bahía Sur ha venido a complicarlo más al permitir que una persona con más de tres apartamentos a su nombre pueda actuar como operador.

Lo que en un principio era un modelo de gestión con la empresa Barceló al frente, dejó de serlo en el momento en que dos empresarios consiguieron una promesa de compra por seis millones de euros en las postrimerías de 2003.

Una promesa de compra consiste en que si son capaces de venderlos por un dinero mínimo, vendido está. Y si lo venden por más, para ellos las ganancias.

Lo que hicieron Luis Elias Rodríguez Viñas y Oleguer Pujol -de la familia Pujol de toda la vida- fue intentar vender las unidades como residenciales y finalmente, ante la denuncia de este periódico en 2003, como producto de inversión.

Pero ya estaban vendidos parte de los apartamentos, bungalós, estudios y dúplex a personas que de buena fe o viendo la bicoca de la oferta, habían comprado para quedarse a vivir. Y allí viven.

El Ayuntamiento de San Fernando, propetario de las instalaciones contempladas para uso estrictamente hotelero, no pudo actuar en un principio porque la operación se hacía en una situación de alegalidad.

Después, cuando todo el daño estaba hecho con la atomización del complejo hotelero, ya no podía actuar porque no tenía dinero para rescatarlo y poder ofrecerlo a otra operadora de profesionales en vez de especuladores.

Ni los andalucistas, ni los populares, ni los socialistas han podido hasta ahora solucionar la mayor, el uso residencias de parte del complejo.

Si los okupas siguen llegando y la mala praxis de algunos operadores se prodiga, perderán los que actúan con criterios hoteleros, pero sobre todo la ciudad que no tiene plazas hoteleras y que para reunir unidades demandadas por un gran acontecimiento hay que ir juntando unidades de unos y otros. Ejemplo, el Minibasket.

Especulación

Por cierto. Todo comenzó como ahora quieren hacer con el resto de complejo, aunque ahora es peor. En 2003 vendieron fraudulentamente apartamentos hoteleros como si fueran viviendas, pero la propiedad sigue siendo de Ayuntamiento y en su día revertirá en la ciudad.

Ahora quieren vender la propiedad del suelo a grandes empresas que se nutren de fondos extranjeros que no entienden de países y menos de personas.

El Ayuntamiento va a ser el primer especulador con el patrimonio público y además con premeditación y alevosía. Luego serán los nuevos propietarios los que especulen con Bahía Sur. La atomizarán como hicieron con el complejo hotelero y a partir de ahí, todo lo que pueda empeorar, empeorará.

Es verdad que el Gobierno municipal está trabajando para buscar una solución, no sólo a los okupas sino al buen fucionamiento del complejo. En esa misma tarea está también la nueva operadora de Bahía Sur en tanto la justicia sigue su curso con los que se han adueñado de una propiedad que no les pertenece. Pero hasta ahora todo sigue igual y el miedo de los que operan con criterios estrictamente hoteleros es que no logre pararse a tiempo.

 

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