Ahora se cumplen los sesenta años de la organización Manos Unidas contra el hambre, y todo merced a que un grupo de mujeres de la posguerra lo hicieron en España a sabiendas de los momentos tan difíciles que atravesaba el país, con el lema “Declaramos la Guerra al hambre”, como muy bien en una carta abierta (“Solidaridad sin fronteras”) subraya Clara Pardo, presidenta de Manos Unidas.
Y es que uno vive intensamente esta problemática mundial que dolorosamente se ceba con los países mal llamados “subdesarrollados”, en lugar utilizar la palabra “hermanos”, porque lo son desde que el mundo es mundo, para que se pueda entender mejor su obligado acercamiento hacia ellos desde todas las vertientes, primero el acertamiento repito como hermanos y a renglón seguido ese subdesarrollo global que tanto se cacarea con la pseudoglobalización en otras actitudes de la también mal llamada civilización, que en el presente se tendrían que valorar desde el factor humano, los pro y los contras que la definen.
Pero como digo en el titular de la columna, no basta tan solo con la ayuda tan encomiable de las miles de personas que, desde el más oculto anonimato, depositan su confianza y apoyan a Manos Unidas en pro de los países hermanos que padecen hambre y sed de justicia, ni tampoco la presencia insoslayable de Médicos sin fronteras y demás ONG. Las Hermanas misioneras de María, la hermana Annie, directora de un proyecto apoyado por Manos Unidas, vive testimonios de historias dolorosas de chicas de 13 años deseosas de huir a Delhi porque eran forzadas a matrimonios, otras engañadas para trabajos independiente, etc., también se suman a esta causa. El ser humano cuenta con una sensibilidad especial que le llega a los adentros en momentos puntuales, desastres naturales, hecatombes, atrocidades y guerras, no obstante, en el trágico problema que genera el jinete del Apocalipsis del hambre, una gran parte del planeta vive su instante vivencial, valga la redundancia, y obvia la realidad, cuando la misma la tenemos ya encima, o ¿acaso no vemos en todas latitudes de los distintos continentes los traficantes de seres humanos con barcos, barcazas, cayucos o botes de plásticos, que cada vez más sin importarle la muerte, surcan los distintos océanos, niños, mayores, mujeres embarazadas, arrastrados tal vez por fe que sus heterogéneas religiones le han profetizado del ansiado Paraíso que todo humano deseamos?
Clara Pardo manifiesta en su carta que: “Este año del 2019 Manos Unidas conmemora su nacimiento pero no lo celebra porque con el hambre de 821 millones de personas no puede celebrarse”.
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