La decisión del nuevo gobierno municipal tras su constitución a mediados del mes pasado de concentrarse en la elaboración de los Presupuestos de la ciudad para el año próximo y de gobernar con los actualmente prorrogados de 2018 mediante la introducción de modificaciones acordadas con la oposición es un ejercicio de realismo político. Y es que el escenario deja poco margen de maniobra, condicionado por el reciente calendario electoral, la época del año en que nos hallamos y los plazos legales de cualquier decisión. Con el paréntesis de agosto en puertas, habría que reactivar todo el procedimiento ya en septiembre y abrir un nuevo plazo de presentación de enmiendas al haber surgido de las urnas una nueva corporación municipal, distinta de la anterior, por lo que entre ello y demás trámites legales y administrativos se llegaría prácticamente a finales del año, cuando en paralelo habría que trabajar en la redacción de los Presupuestos para 2020.
Mejor, pues, que los grupos políticos traten de acordar las modificaciones necesarias para afrontar los gastos esenciales aún pendientes y, especialmente, un plan extraordinario de inversiones, que son el motor de la ciudad y no pueden quedar al ralentí, para que se ejecute entre estos meses y el próximo año antes que consumir esfuerzos en sacar adelante unas Cuentas para un trimestre o menos de este 2019 marcado por las citas con las urnas.
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